“NATURALEZA
DE LA PLEGARIA”
Si se
analiza desde un punto de vista racional, la plegaria viene a ser una petición,
que puede ejecutarse en silencio, o verbalmente. Cuando nos sentimos conmovidos
por la emoción, experimentamos instintivamente la necesidad de expresar en alta
voz nuestros deseos. La palabra formulada tiene un poder especial. El sonido de
la voz descongestiona la emoción y sugiere la invocación de la fuerza del
deseo, tanto física como mentalmente. En realidad, es casi imposible evitar las
expresiones evocativas cuando uno se halla invadido por una intensa agitación
emocional. En tales circunstancias nos sentimos impelidos a gritar, a formular
verbalmente nuestros sentimientos. Siendo la plegaria una petición o solicitud,
tiene, a la fuerza, que estar dirigida a alguien o a algo, ya que es evidente
que no podemos rogarnos a nosotros mismo, o sea, a nuestro ser mental o físico.
Si creyéramos que estamos intelectual y físicamente capacitados para llevar a
cabo un plan, o adquirir algo determinado sin ayuda ajena, es seguro que
procederíamos totalmente por propia iniciativa. Así, pues la plegaria es el
reconocimiento de nuestra incapacidad real o imaginaria.
Esta
deficiencia provoca en el individuo la tendencia a buscar la ayuda ajena, a
buscar el apoyo de una fuerza medio, o fuente externa. En nuestro concepto de
esta fuente externa el que determina, en gran parte, la naturaleza de nuestra
oración. Un primitivo, imbuido en el concepto politeísta, cree en una
pluralidad de dioses, que habitan en las cosas inanimadas, tales como las rocas,
el mar, las nubes tempestuosas.
En su criterio, cada uno de estos dioses se ocupa
particularmente de ciertas necesidades del hombre. Así, pues, el humano se ve
obligado a escoger entre estas divinidades y se dirige a una en busca de la
salud; a otra le pide fuerza, y solicita de una tercera la protección en contra
de sus enemigos. Cuando el hombre trata de ponerse en comunicación con poderes
superiores a los suyos, se esfuerza en obtener la atención de la divinidad por
diversos medios. Cuando un individuo desea una entrevista con un personaje
importante o con un jefe de tribu, necesita que el personaje se halle bien
dispuesto hacia él. Así, pues, para propiciar su buena voluntad, le ofrece
regalos de cosas valiosas. Algunas veces, nuestro acercamiento al dios viene a
ser como una tentativa de crear un ambiente favorable para que la deidad nos
reciba amistosamente. Es por esto que se emplean ritos litúrgicos con música,
cantos y danzas.
Si examinamos
este método de plegaria observaremos dos cosas: la primera es la creencia que
existe desde que la deidad nos concederá nuestra petición, si es que hemos
logrado agradarla suficientemente con nuestros actos. La segunda es la
seguridad que tiene el solicitante de lo justo de su petición. Lo peor de todo
es que no le inquieta saber si los resultados de su plegaria son contrarios a
una ley natural, o si, de producirse, causarían una injusticia contra los otros
mortales. En estas circunstancias, la psicología, del creyente es muy burda.
Esta actitud equivale, en realidad, a conferir al dios una naturaleza “antropomórfica”.
Se concibe la deidad como poseída de una naturaleza igual a los de los
mortales, inflada de vanidad y vulnerable a las dádivas, adulaciones y ostentación.
Se le cree capaz de dispensar sus beneficios y conferir sus poderes, como lo haría
cualquier soberano dictador de la tierra, sin consideración hacia la
justicia o la razón.
De otro modo,
cada hombre puede obtener lo que quiera el dios, con tal de que logre ejecutar
la debida ceremonia litúrgica. Es por eso por lo que los seres humanos compiten
los unos con los otros para obtener el secreto de como influir mejor a los
dioses. Quiero que sepan, que en esta mentalidad errada la que ha estimulado el
desarrollo del sacerdocio en las más tempranas sociedades. Se creía y cree que
los sacerdotes son educados para poseer, y que poseen la clave de cómo se
obtiene la benevolencia de los dioses para beneficio de los humanos.
Aunque
desafortunadamente damos a estas prácticas el nombre de primitivas,
muchas de estas ideas fundamentales han persistido a través de las épocas,
influyendo enormemente sobre los dogmas y credos de muchas religiones contemporáneas.
Ciertas sectas religiosas actuales exigen de sus fieles una determinada forma
de actuar. Pueden ordenar a éstos que depositen monedas en una caja asistan
regularmente a ciertas ceremonias, que repitan ciertos credos específicos, que
tomen parte en ciertos ritos autorizados. Si el creyente se somete a estos
mandatos, se considera entonces que ha apaciguado al Dios, o que se ha
acercado a Él en la forma debida y que la deidad se diente favorablemente
inclinada a conceder aquello que se le pide en la oración. Yo Peter Bustamante
no me es necesario ni preciso que nombre las cestas que estimulan tales prácticas,
ya que son conocidas en todas partes. Sé que estas personas rezan con toda
buena fe, y desde luego, viendo el fracaso de los resultados, caen en el
descorazonamiento. Y para terminar, existe otro tipo de concepto ortodoxo
de la plegaria que aunque superior al ejemplo anterior, es también primitivo
y esta llamado al fracaso. Me refiero al concepto de un dios personal
que ejerce su voluntad en forma arbitraria. Se cree que actúa así, sin embargo,
únicamente por razones benéficas.
Creo que si llegan a leer este tema aprenderán más de
lo que ustedes se puedan imaginar, así puedo tener la confianza de que no estoy
perdiendo mi tiempo.
En vos confió
Peter Bustamante
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