Monday, January 6, 2014

“NATURALEZA DE LA PLEGARIA”








“NATURALEZA DE LA PLEGARIA”


Si se analiza desde un punto de vista racional, la plegaria viene a ser una petición, que puede ejecutarse en silencio, o verbalmente. Cuando nos sentimos conmovidos por la emoción, experimentamos instintivamente la necesidad de expresar en alta voz nuestros deseos. La palabra formulada tiene un poder especial. El sonido de la voz descongestiona la emoción y sugiere la invocación de la fuerza del deseo, tanto física como mentalmente. En realidad, es casi imposible evitar las expresiones evocativas cuando uno se halla invadido por una intensa agitación emocional. En tales circunstancias nos sentimos impelidos a gritar, a formular verbalmente nuestros sentimientos. Siendo la plegaria una petición o solicitud, tiene, a la fuerza, que estar dirigida a alguien o a algo, ya que es evidente que no podemos rogarnos a nosotros mismo, o sea, a nuestro ser mental o físico. Si creyéramos que estamos intelectual y físicamente capacitados para llevar a cabo un plan, o adquirir algo determinado sin ayuda ajena, es seguro que procederíamos totalmente por propia iniciativa. Así, pues la plegaria es el reconocimiento de nuestra incapacidad real o imaginaria.

  Esta deficiencia provoca en el individuo la tendencia a buscar la ayuda ajena, a buscar el apoyo de una fuerza medio, o fuente externa. En nuestro concepto de esta fuente externa el que determina, en gran parte, la naturaleza de nuestra oración. Un primitivo, imbuido en el concepto politeísta, cree en una pluralidad de dioses, que habitan en las cosas inanimadas, tales como las rocas, el mar, las nubes tempestuosas.
En su criterio, cada uno de estos dioses se ocupa particularmente de ciertas necesidades del hombre. Así, pues, el humano se ve obligado a escoger entre estas divinidades y se dirige a una en busca de la salud; a otra le pide fuerza, y solicita de una tercera la protección en contra de sus enemigos. Cuando el hombre trata de ponerse en comunicación con poderes superiores a los suyos, se esfuerza en obtener la atención de la divinidad por diversos medios. Cuando un individuo desea una entrevista con un personaje importante o con un jefe de tribu, necesita que el personaje se halle bien dispuesto hacia él. Así, pues, para propiciar su buena voluntad, le ofrece regalos de cosas valiosas. Algunas veces, nuestro acercamiento al dios viene a ser como una tentativa de crear un ambiente favorable para que la deidad nos reciba amistosamente. Es por esto que se emplean ritos litúrgicos con música, cantos y danzas.

  Si examinamos este método de plegaria observaremos dos cosas: la primera es la creencia que existe desde que la deidad nos concederá nuestra petición, si es que hemos logrado agradarla suficientemente con nuestros actos. La segunda es la seguridad que tiene el solicitante de lo justo de su petición. Lo peor de todo es que no le inquieta saber si los resultados de su plegaria son contrarios a una ley natural, o si, de producirse, causarían una injusticia contra los otros mortales. En estas circunstancias, la psicología, del creyente es muy burda. Esta actitud equivale, en realidad, a conferir al dios una naturaleza “antropomórfica”. Se concibe la deidad como poseída de una naturaleza igual a los de los mortales, inflada de vanidad y vulnerable a las dádivas, adulaciones y ostentación. Se le cree capaz de dispensar sus beneficios y conferir sus poderes, como lo haría cualquier soberano dictador de la tierra, sin consideración hacia la justicia o la razón.

  De otro modo, cada hombre puede obtener lo que quiera el dios, con tal de que logre ejecutar la debida ceremonia litúrgica. Es por eso por lo que los seres humanos compiten los unos con los otros para obtener el secreto de como influir mejor a los dioses. Quiero que sepan, que en esta mentalidad errada la que ha estimulado el desarrollo del sacerdocio en las más tempranas sociedades. Se creía y cree que los sacerdotes son educados para poseer, y que poseen la clave de cómo se obtiene la benevolencia de los dioses para beneficio de los humanos.

  Aunque desafortunadamente damos a estas prácticas el nombre de primitivas, muchas de estas ideas fundamentales han persistido a través de las épocas, influyendo enormemente sobre los dogmas y credos de muchas religiones contemporáneas. Ciertas sectas religiosas actuales exigen de sus fieles una determinada forma de actuar. Pueden ordenar a éstos que depositen monedas en una caja asistan regularmente a ciertas ceremonias, que repitan ciertos credos específicos, que tomen parte en ciertos ritos autorizados. Si el creyente se somete a estos mandatos, se considera entonces que ha apaciguado al Dios, o que se ha acercado a Él en la forma debida y que la deidad se diente favorablemente inclinada a conceder aquello que se le pide en la oración. Yo Peter Bustamante no me es necesario ni preciso que nombre las cestas que estimulan tales prácticas, ya que son conocidas en todas partes. Sé que estas personas rezan con toda buena fe, y desde luego, viendo el fracaso de los resultados, caen en el descorazonamiento. Y para terminar, existe otro tipo de concepto ortodoxo de la plegaria que aunque superior al ejemplo anterior, es también primitivo y esta llamado al fracaso. Me refiero al concepto de un dios personal que ejerce su voluntad en forma arbitraria. Se cree que actúa así, sin embargo, únicamente por razones benéficas.

Creo que si llegan a leer este tema aprenderán más de lo que ustedes se puedan imaginar, así puedo tener la confianza de que no estoy perdiendo mi tiempo.

En vos confió


Peter Bustamante             







          

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