Friday, July 20, 2012






“LAS CONTRIBUCIONES DE LA MEDIOCRIDAD”

De tiempo en tiempo, una gran atención se le da al hombre promedio. Justamente quién es ese hombre promedio nunca ha sido completamente explicado, pero se supone que es una composición hipotética de cada quién en esta sociedad en particular. Él no es ni grande ni insignificante. Él puede ser particularmente brillante ni estúpido. Él no es rico, pero al mismo tiempo no está agobiado por la pobreza. Él no es famoso en ningún campo constructivo, pero por otra parte él puede ser conocido por algunas de las acciones que han contribuido al bienestar de los individuos que están asociados con él. El hombre promedio, en otras palabras es un poquito de cada cosa—un poco bueno, un poco malo; un poco feliz, y un poco apesadumbrado; un poco inteligente y un poco estúpido. En el todo, podemos decir que la mayoría de los individuos son promedio.
  Hace algunos años, cuando trabajaba en ciertos campos de algunas materias educacionales, se administraban frecuentemente pruebas a los estudiantes universitarios, de secundaria o de primaria sobre las bases de que los resultados logrados serían medidos contra lo que constituía el promedio del grupo. Era un hecho predeterminado que el cincuenta por ciento de los individuos que tomaban esa prueba recibirían un grado medio. En los años que enseñé en la escuela, calificábamos a los individuos sobre las bases de uno a cinco. Tres era el grado medio; dos por encima del promedio; y uno era superior. Cuatro era debajo del promedio y cinco reprobado. Este último grado indicaba la imposibilidad del estudiante de entender el tema de cualquier materia.
  Cuando una clase de estudiante era clasificada sobre este concepto, cincuenta por ciento recibía un grado de tres. Veinticinco por ciento recibían grados de dos o uno, y otro veinticinco por ciento recibía grados de cuatro y cinco. Esto para mí era una practica injusta esa es una de las tantas, que preferí no dar mas clases, primero esto era injusto por las siguientes razones. Predestinaban el estatus del aprendizaje de un individuo antes que la prueba fuera administrada. Activamente luché en contra de este procedimiento y traté de instituir otras formas de calificación. Para ilustrar lo que creía era un sistema injusto, usé una ilustración hipotética.
 
  Si cien estudiantes de inteligencia superior tomaran una cierta prueba con el conocimiento predeterminado de que la mitad de ellos obtendrían un grado medio, una calificación de tres, y otros cien estudiantes, que habrían indicado por pruebas previas y por medio de la experiencia que ellos eran bajo lo normal, posiblemente aun casi retrasados mentales, tomaran la misma prueba, a la mitad de ellos les sería dado un grado medio. En otras palabras, la mitad del grupo superior de estudiantes inteligentes seria calificados igual que la mitad del grupo de igual tamaño de estudiantes bajo el estándar. Esto para mí era desigualdad.

  Al pensar sobre estos hechos, el pensamiento me llega que puede haber más verdad en las bases sobre los que estos juicios fueron, que las que yo estaba dispuesto a admitir en ese entonces. A medida que he observado individuos y grupos durante toda mi vida, he realizado más y más que algunos de los más grandes logros en el mundo han tomado lugar como el resultado de la consistencia y el trabajo duro del mediocre. Tenemos una tendencia a creer que las grandes cosas han acontecido debido a las contribuciones y esfuerzos de individuos superiores, aquellos con aprendizaje superior, con inteligencia o intelectos superiores, pero en muchos casos el individuo superior inteligente no utiliza las habilidades que él tiene. En el campo de la educación he visto estudiantes que por experiencia sabía que tenían inteligencia superior, hacer un grado bajo de trabajo y finalizar la escuela con habilidades educacionales y grados más bajos que los estudiantes mediocres. Los mediocres están más dispuestos a trabajar. Alguien ha dicho que conservar la mediocridad es más respetable y más útil que la talentosa inconstancia, lo que es muy cierto. Sin importar cuan talentoso uno es, si las habilidades no son usadas consistentemente ninguna ventaja resulta.

  El genio parecería ser la clave para la solución de los problemas mundiales. Si todo el conocimiento superior de todos los genios en el mundo se pudiera volcar en los problemas de la sociedad de hoy en día, parecería que un nuevo mundo podría existir, que la paz y el progreso podrían obtenerse. Pero, ¿Dónde están los genios?  Muchos de ellos no están haciendo nada. No están usando los que se les ha dado como un medio de cumplir un propósito en el universo y al menos en una vida individual. El karma nos dice que para cada efecto existe una causa subyacente. Así el progreso de la humanidad tanto como el crecimiento del individuo debe necesariamente estar basado en el uso de las habilidades innatas de un individuo para producir logros dignos en su propia vida y logros que contribuirán al bienestar de la sociedad. El individuo  que es capaz de hacer una contribución a la sociedad, que es capaz de contribuir al bienestar de él mismo y de la humanidad y no lo hace, está probablemente cometiendo un mayor pecado que el de aquellos que son comúnmente enumerados como religioso fanáticos. Hay poca escusa para no usar nuestras habilidades. El principio fundamental  total de cualquier filosofía constructiva  es enseñarle al individuo sus propias potencialidades y esperar que él use esas potencialidades. El don del genio es posiblemente una rareza, aunque estoy inclinado a creer que puede ser más común de los que nos parece. Sin importar si el talento existe en nosotros, cada cual puede trabajar en cualquier tarea que tenga a mano. Comprendo que no todos podemos alcanzar la cima del éxito.

Solo les pido que analicen este artículo y traten de vivir en paz con ustedes mismo.

Peter Bustamante                             

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