LA EDAD DE LA FRUSTACIÓN
Sin entrar
en una serie de frases técnicas, podemos definir frustración como un estado de
mente que surge de un deseo obstaculizado.
Somos movidos a actuar por deseos instintivos, orgánicos y mentales. Tales
motivos, como los apetitos y pasiones, son una experiencia corriente. Deseo mental
es el impulso de la voluntad. No es orgánico como lo es el apetito. Más bien es
consecuencia de la razón. Valorizamos una cosa o condición en término de su
valor contributivo para con nosotros. Sabemos o nos imaginamos que ella nos dará
satisfacción y de acuerdo con esto la deseamos. Cuando, por ejemplo, se cree
que se necesita un auto nuevo y que éste traerá un nuevo placer, se está
experimentando entonces un deseo mental.
Existe
una distinción notable entre deseos orgánicos y mentales. Se tiene un apetito y
el deseo de satisfacerlo antes que se experimente imagen alguna que pueda cumplimentarlo.
Sólo es por medio del hábito que venimos a asociar ciertos objetos o
condiciones como aparentemente necesarias para satisfacer su apetito. Cuando
miramos artículos alimenticios, que hemos disfrutado anteriormente con placer,
por asociación, ellos pueden despertar nuestro apetito. Otras personas cuya
dieta nunca incluyó esos artículos alimenticios, pueden encontrar que ellos no
producen tal atracción. Los apetitos obligan al deseo a encontrar aquello que
efectuará su satisfacción temporal. Los deseos mentales crean o hacen imaginar,
a menudo un objeto o condición que añadirá un estímulo placentero al cuerpo o
mente. Como ejemplo adicional, se puede soñar en una aventura que pueda substituir
una vida relativamente poco interesante, que ni excita al cuerpo ni a la mente.
Sin embargo, se puede llegar a aprender que su imagen fue solo una ilusión y
que ella resulta en una circunstancia irritante más bien que en una satisfacción.
La concentración continuada sobre algún ideal, el cual se supone que es
esencial para la felicidad, fortalece el deseo mental. Se puede hacer tan
intensa e insistentemente para satisfacción, como un apetito natural. Hasta que
se cumpla el deseo o hasta que se pueda descubrir que no es posible de realización,
puede atormentar al individuo. Siempre que el individuo crea, o comprenda
realmente, que está logrando el fin de sus deseos, puede vivir con algún grado de tranquilidad. Cuando está igualmente consciente
de la insistencia de su deseo, a pesar de los obstáculos, llega a conocer
entonces, la angustias de la frustración. Eventualmente, llegamos a
acondicionar nuestros deseos. Por alguna razón u otra los suprimimos
voluntariamente, los reprimimos inconscientemente, o nos determinamos a
presionarlos para su ejecución. Deseos orgánicos como los apetitos, no son suprimidos
con éxitos. Ellos son esencialmente, para nuestro ser orgánico. No son producto
de la mente, sino más bien una creación de la razón o imaginación. Tienen
funciones necesarias y fundamentales; están relacionados con los órganos y
sistemas de nuestra naturaleza que la interferencia con tales deseos puede
tener una influencia perjudicial para la salud.
A veces, nos sentimos dispuestos a sustituir
estos deseos orgánicos. Se puede creer de buena fe
que se debe
suprimir un deseo natural y remplazarlo con uno mental. El moralista
intransigente, cree en su código de celibato, por ejemplo, y la satisfacción
mental que saca de su abstinencia sexual, ha encontrado un sustituto satisfactorio.
Semejante comportamiento a menudo solo resulta en conflictos. El deseo natural continua
con agravantes no disminuidos. Para esforzarse a sumergir sus sensaciones, el
deseo mental substituto debe ser realzado por el individuo. Esto frecuentemente
da cuenta y razón al fanatismo religioso. En seguimiento de deseos mentales, en
tales casos, se puede ir más allá de los límites de racionalidad al esforzarse
para extraer lo antinatural para substituir
a satisfacción. El deseo reprimido es la obstrucción inconsciente, en cuyo lugar
se está reteniendo la expresión y ejecución
del deseo sin saberlo. Como saben el psicólogo y el psiquiatra, se puede no
estar siquiera consciente del deseo reprimido.
Sus impulsos pueden no alcanzar nunca la
frontera de la mente consciente. El
empuje del deseo, al impulso de su energía, estando obstruida en sus canales
naturales, quizás temprano en su niñez, busca y encuentra otras salidas. Como
consecuencia, estimula emociones que no están directamente relacionadas con
ellas. Produce una cadena de ideas, perturbadora y pensamiento en la mente consciente, las cuales la víctima de la frustración
no asocia de ninguna manera con la causa. Para evitar la frustración excesiva y
sus males consiguientes e necesarios un análisis inteligente de nuestros
deseos. Pregúntense lo que está detrás de sus deseos. Si ellos son naturales,
como los apetitos, entonces satisfáganlos dentro de los límites de la sociedad
culta. Una sociedad culta es la que enseña, en sus escuelas y universidades y
por todo medio de información, antes de cometer errores irreparables con
adolecentes que se conocen en estos tiempos que vivimos.
Y no olviden
de vivir en paz con ustedes mismos.
Peter
Bustamante