Tuesday, May 6, 2014

‘EL FACTOR SEXUAL EN EL MATRIMONIO’





‘EL FACTOR SEXUAL  EN  EL MATRIMONIO’


Es innegable la gran influencia estabilizadora y además generadora de felicidad que constituye en el matrimonio la parte sexual del amor. Cuando el amor nace es completamente espiritual, pero después de un tiempo variable, según el caso, aparece su factor sexual, que por así decirlo estaba oculto en sus comienzos. Pero indudablemente, a pesar de su gran importancia, la atracción física o sexual no es todo, y el verdadero amor que nació sin ser atracción sexual manifiesta, debe sobrevivir a ésta y ser algo más que ella, para que pueda formarse un hogar estable donde se pongan de manifiesto las elevadas cualidades indispensables para una vida familiar y hogareña ideal. El amor, por verdadero que sea, debe ser cultivado y cuidado por ambos conyugues como un inapreciable tesoro.

  Desafortunadamente se parte de una premisa falsa, aquélla de que la felicidad está simplemente en el cambio de estado, y que como en los cuentos de hadas, “se casaron y fueron felices”. Pocos fracasos matrimoniales habría en realidad si ambos esposos pusiesen de su parte el esfuerzo necesario para que su unión fuera un éxito. No habrá lugar para tratar este tema en forma extensa, pero deseo dar algunos detalles y advertencia cuya necesidad he podido comprobar como psicoanalista, a pesar que esta materia más bien es del tratamiento médico en algunos casos, y en otros casos esporádicamente cuando se tratan problemas mentales. Uno de los errores que amarga la vida de algunos matrimonios es el concepto erróneo de ambos o de uno de los cónyuges, con mayor frecuencia de la esposa, de que hay algo intrínsecamente malo o pecaminoso en las relaciones sexuales.

  Esto se debe a una educación sexual errónea durante la infancia o la adolescencia, y quizás al falso concepto de que el pecado original consistió en la cohabitación. Debe recordarse que el ser humano fue dotado por su Creador de órganos sexuales, y que la orden de “creced y multiplicaos” le fue dada a la pareja humana cuando aún tenía su prístina pureza e inocencia. Otro error pernicioso, con mayor frecuencia masculino, es creer que una vez casado el hombre, no le será más necesario ejercer dominio propio, y que puede dar riendas sueltas al instinto sexual. Es habitualmente necesario para el casado ejercer dominio propio para adaptarse al sentir o preferencia de su esposa. El no hacerlo puede traer el hastió y aun la repugnancia. Por otra parte habrá temporada en las cuales la abstinencia tendrá que ser completa, como en el caso de enfermedad o embarazo. Es interesante notar que cuando hay verdadero amor, esa abstinencia voluntaria jamás disminuye, en realidad, la felicidad de los cónyuges.

  No se puede establecer reglas fijas acerca de la frecuencia de las relaciones sexuales, pues éstas varían con el temperamento de los esposos, con su capacidad sexual innata y con la clase de trabajo al que se dedican. De todas maneras, en general no deberían ser más frecuentes de dos por semanas, tendiendo a espaciarse más a medida que aumenta la edad de los esposos. Una buena manera de regular el número de relaciones es tomar en cuenta el deseo no de uno sino de ambos esposos, y de que el acto no deje una sensación de cansancio y de disminución de capacidad para el trabajo físico e intelectual. Un tercer error consiste en creer que la llamada adaptación sexual se establece siempre en seguida después del matrimonio. Hay que tomar en cuenta que hay numerosas mujeres que no llegan al orgasmo o culminación del acto sexual hasta meses o años después de haberse casado, y que hay aun casos en que esto no llega a suceder, sin que por eso se deba creer en una falta de ajuste. En parte puede deberse a que el hombre, en su impaciencia, no prepara debidamente a su esposa, generalmente mucho más lenta en llegar a la excitación sexual. Además puede intervenir para bien o para mal la actitud del hombre fuera de esos momentos. Si su actitud habitual es de crítica, reproches y sequedad, jamás puede esperar una reacción favorable de su esposa, en comparación de cuando la trata con cariño y comprensión que se manifiesten en hechos de que todo puede mejorar y darle aliento, que se apoyen en hechos y palabras.

  Otro error que ha causado grandes preocupaciones es debido, en creer que, por no haberse producido hemorragia en la primera relación sexual, la esposa no era virgen. Afortunadamente, en la mayoría de los casos, si el hombre es suficientemente considerado (como debe serlo en estas circunstancia), no hay tal hemorragia ni tal falta de virginidad. Y para dar termino a este tema. Un último error que quiero mencionar es el de defraudar la naturaleza y a la ves defraudarse así mismo, negándose a tener hijos. El fin de un matrimonio no es solamente el de obtener placer sexual, sino que, entre otros fines, persigue el objeto primordial de tener hijos y darles a éstos el ambiente adecuado para que se preparen física, mental y espiritualmente para ocupar su lugar en la vida. El tener un solo hijo es inconveniente, tanto para el niño como para los padres. Tres hijos parece ser en general el número más adecuado. Cuando haya alguna razón para evitar embarazo, los esposos deben dirigirse a su médico de cabecera para pedirle consejo.

Espero que este tema sea de algún conocimiento para ustedes.

En vos confió


Peter Bustamante          

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