Es común terminología psicológica el hablar de
impulsos y motivaciones humanas. Las causas biológicas u orgánicas de estas
tendencias son ahora tan comprensibles para la inteligencia del ego como para
el psicólogo. Existe un campo de investigación relacionado, igualmente
importante, que, sin embargo, no ha sido deslindado. Concierne a los conceptos
que son el resultado de nuestros impulsos. En otras palabras, ¿Cuál es la meta
que el intelecto humano concibe como la última
que debería alcanzar? En todas
las épocas el hombre ha pensado en el progreso futuro. ¿Cuál ha sido el
criterio que lo ha guiado a determinar aquello que constituiría la suprema
obtención humana?
Los
obstáculos humanos son aquellas cosas o condiciones que refrenan u obstruyen
las inclinaciones. En consecuencia, el objetivo humano natural es la
eliminación del impedimento ante la necesidad real o concebida. El objetivo
natural de un hombre hambriento, por ejemplo, es el alimento; el de un hombre
con frío, es el calor o el refugio. Es obvio que el estado ideal sería el
liberarse de cualquier conflicto con semejantes objetivos. Sería, también, un
estado que proporcionaría completa satisfacción a las inclinaciones humanas.
Las inclinaciones son mucho más limitativas que los apetitos y pasiones. La
persona intelectual y moral
también tiene fines a los cuales
aspirar, pero se enfrenta pero se encuentra con obstáculos para realizarlos.
Aunque estos fines, en sus peculiaridades, son tan numerosos aparentemente como
las mentes que los conciben, todos ellos, en verdad, están determinados por
ciertas limitaciones del propio ser del hombre. Estas restricciones las
comprenden sólo vagamente. No obstante, existe una consciencia de una tendencia
psíquica de superación de los propios poderes y funciones comunes.
Existe el
deseo de expandir el ser, entendiendo éste, naturalmente en sus acepciones físicas
y psicológicas. Prescindiendo de cualquier connotación religiosa o filosófica,
la persona inteligente cree y siente que tiene un potencial para llegar a ser
mucho más grande de lo que es. Podríamos decir que cree sinceramente que puede recrearse
a sí misma, es decir, asimilar poderes atributos y funciones que en ella no son
orgánicamente naturales. En gran parte este deseo del hombre por superar sus
funciones naturales o comunes ha sido inspirado al compararse con otras
cercanas formas vivientes. El ego humano es desafiado en cada experiencia que
lo retrae y frustra. El ejemplo más común es la amplitud del poder de golpear.
Es la tentativa de aumentar las fuerzas físicas para obligarse a la
resistencia. Por ejemplo, el arrojar una piedra en vez de un puñetazo, de modo
que el hombre pueda llegar más allá del alcance limitado de su brazo. La maza
de guerra fue una incorporación de la idea de extensión combinada con el deseo
de aumentar peso al asestar un golpe más de lo que fuera de lo que fuera
posible si solo se utilizasen el brazo y el puño. El arrojar un palo, una lanza
o flecha era para añadir impulso y mayor velocidad a la idea básica de
extender, en el espacio, la fuerza personal.
Las
modernas almas explosivas tienen el mismo principio fundamental. Incrementan el
poder golpeador del individuo, tanto en fuerza como en alcance, para que pueda
llegar más allá de su limitación física. Estos explosivos están destinados a
evitar hasta donde sea posible en que el hombre entre en contacto inmediato con
aquello que desean destruir. En este factor es evidente el deseo paradójico del
hombre de estar en dos lugares simultáneamente. En otras palabras la limitación
del poder, confinado al lugar de la otra persona, ha sido en la mente humana un
agravante psicológico. Siendo así, al matar a distancia por medio de
proyectiles propulsados, se manifiesta la intención más allá de la mente y del
cuerpo mortal.
En el siguiente artículo les daré un caso de como
un Dr. de la India podía producir un Cáncer a voluntad y hacerlo desaparecer
por medio de la mente. El Canadá en el hospital usa la música Clásica y han
mejorado notablemente.
Y por favor tengan buenos pensamientos, traten de
vivir en paz con ustedes mismo recuerden que nadie sabe lo que tenemos encima.
Peter Bustamante