“CAUSALIDAD” Y ‘KARMA’
Gottfried Leibniz,
filósofo del siglo diecisiete, se empeñó en demostrar cómo puede alcanzarse de
varias maneras la armonía del cuerpo y del alma. Sugirió que una de las maneras
era la que tenía la mayor probabilidad de relación. Para explicar esta armonía utilizó
su famosa alegoría de los dos relojes. Comenzó suponiendo que había dos
relojes que marcaban simultáneamente el tiempo en forma correcta. Esto puede
obtenerse por medio de una de las tres maneras siguientes: primero, pudiera ser
la acción mecánica directa de un reloj sobre otro: uno de los relojes mantendría
continuamente al otro, marcando la hora perfecta, ya que estaría sincronizado
con éste por medio de un proceso mecánico. Leibniz mantenía que éste es el concepto
corriente de la relación del cuerpo y del alma, es decir que el alma influye
continuamente sobre el cuerpo y que a veces el cuerpo influye sobre el alma, y
de esta manera se establece la relación.
Esta forma que explico es para que ustedes se
den cuenta de uno de los filósofos de la antigüedad analizaban lo que ellos jamás
tenían, ni un mínimo grado de conocimiento sobre estas materias. Y continuando,
la segunda forma por la cual, según Leibniz, los dos relojes marcarían continuamente
la misma hora, sería utilizado los servicios de un consumado relojero, quien regulase
los relojes cada minuto, o en otras palabras, que hiciera ajustes continuos
para que siempre correspondiera en la medición del tiempo. Este segundo ejemplo
es el equivalente a la creencia de que Dios interviene siempre en los
asuntos del hombre. Tales personas como les explique anteriormente, imaginan
que Dios mantiene constantemente vigilados los cuerpos y alma de los
hombres, es decir que ajusta las relaciones. La forma final en que sugiere que
los relojes estén sincronizados, es suponiendo que cada uno de ellos haya sido
hecho originalmente preciso. Él filósofo quiere dar a entender con esta técnica,
que si las almas y los cuerpos humanos llevaran inherentes en sí su finalidad específica,
la razón de su existencia, y la tuvieran como meta a alcanzar, no habrían de preocuparse
por las metas o finalidades de cada uno, ya que tales finalidades coincidirían
naturalmente, siendo la intención del Creador de almas y cuerpo que éstos
armonizaran. En este caso, pues, no habría necesidad de que uno influyera sobre
la otra, ni razón de un ajuste continúo de horas por horas, es decir, Dios
no tendría que intervenir para mantenerlos controlados, Podemos emplear la analogía
de un tronco o tiro de caballos. Cada caballo puede tener tapa-ojos y no podrá ver
a su compañero, pero podrá ver el objetivo, la dirección hacia donde se dirige
y podrá seguirla, y así aunque cada cual luche por alcanzar sus fines
individuales, estos fines coincidirán y los caballos marcharán en armonioso
conjunto.
Ahora bien, la filosofía sugiere que uno de
estos tres principios tan elocuentemente expresado por Leibniz, es la
causa de las vicisitudes de nuestra vida y las probables relaciones del cuerpo
y del alma. Sin embargo, podemos arbitrariamente aceptar entre los tres el que
nos parezca más probable, o rechazarlos en conjunto. Para mí, varga la redundancia, las formas más sensata
de llegar a una comprensión seria investigando la experiencia humana, los fenómenos
naturales y Cósmico. De esta manera, podremos descubrir una ley directriz
positiva que explique el porqué de la felicidad, la pena, del éxito y la
desgracia. Comencemos con la experiencia humana. Las cosas o condiciones se
producen continuamente. Hay algo que es, que no era anteriormente, o que al
menos no parecía que fuese. Sin embargo, si pensamos un poco, comprenderemos
que una cosa no puede cambiar por sí misma su propia composición. Una cosa que
es una substancia sencilla no puede ser esa substancia y convertirse al mismo tiempo en otra cosa,
porque mientras esté en el proceso de
cambio ya dejo de ser lo que era. Sin embargo, la experiencia común demuestra
que las cosas parecen cambiar en sí mismas. Estas cosas que dan la
apariencia del cambio, son objetos que
no son de una substancia pura, sino que son en realidad de una combinación de
diversas partes, en la cual hay una que actúa sobre la naturaleza de la otra y
esto explica el cambio aparente.
En consecuencia, cuando hablamos de causa,
nos referimos a un objeto o suceso por medio del cual otro objeto o suceso se
produce. Un efecto es un cambio producido por una causa en alguna otra cosa.
Así, pues, asumimos que hay una sucesión ordenada en el proceso del cambio. En
otras palabras, una causa debe anteceder al cambio o efecto que produce. Es preciso
que comprendamos que no puede haber causas individuales: una cosa no puede
influir sobre sí misma. Nada puede producirse de sí misma. De ser así, las
cosas acabarían pronto por agotarse a sí misma. Si una cosa determinada se hallase
en continua generación, con el tiempo no quedaría nada de ella. Además, si una
cosa pudiera producirse enteramente de sí misma, entonces sería absolutamente
independiente en su naturaleza. No tendría relaciones ni necesidad de relacionarse
con ninguna otra cosa. En vez de un Universo homogéneo, tendríamos
un Universo heterogéneo. De hecho, no conocemos ninguna cosa realmente
independiente en el Universo. Toda experiencia humana implica la unidad.
No puede haber cosas enteramente auto generadoras. Así pues, llegamos a la conclusión
de que las cosas no salen una de otra, sino una después de la otra, como
influencias relacionadas de una sobre otra.
En el tema
siguiente le hablaré de la naturaleza de las causas, espero que este tema sepan
apreciarlo no lo encontraran en ninguna parte. Les deseo unas felices
navidades.
En vos confió.
Peter
Bustamante