"LA CÚPULA DE SANTA SOFÍA"
La cúpula de Santa Sofía---que en griego significa "sabiduría
sagrada"--dominó durante 1,400 años la vida espiritual de Constantinopla
(hoy Estambul). Esta imponente construcción de bóvedas semicirculares,
contrafuertes y cúpulas accesorias rivaliza con los cuatros elegantes minaretes
de sus esquinas, ya que fue concebida y construida como iglesia cristiana y
convertida después en mezquita árabe por uno de los arquitectos más dotados del
mundo. Capital del Imperio Bizantino, Constantinopla adoptó la función de
guardiana de la civilización clásica tras el saqueo de Roma, en 410 dic., por
los visigodos.
Los sucesivos emperadores determinaron que la
ciudad---situada en el Bósforo, punto de encuentro entre Europa y Asia--fuese
la capital religiosa, artística y comercial del mundo. En 532 d.C. el emperador
Justiniano, conocido por sus muy ambiciosos proyectos arquitectónicos, ordenó
la construcción de Santa Sofía. Nadie había osado antes levantar un templo de
tales proporciones, Justiniano eligió por arquitectos a dos matemáticos
griegos, Artemio de Trelles e Isidoro de Mileto, convencido de que sólo
expertos en esa disciplina podrían calcular las curvas y los ángulos de las
cúpulas, evaluar las dificultades implícitas y decidir la situación de sostenes
y contrafuertes.
Justiniano importó lujosos materiales de todo el imperio: Grecia, Roma,
Turquía y el norte de África. Un ejército de 10,000 escultores, albañiles,
carpinteros y colocadores de mosaicos se encargó durante cinco años de
convertir verdes y rojos pórfidos, mármoles blancos y amarillos, oro y plata,
en el templo más majestuoso de la cristiandad. Se cuenta que tras visitar Santa
Sofía, Justiniano exclamó: "¡Oh, Salomón! ¡Os he vencido!". El
interior es un dechado de espacio y luz: liso suelo de mármol, paredes
recubiertas de mosaicos lucientes y paneles veteados, marmóreas columnas tan
finamente talladas y de tan pródigos matices que Pro copio, historiador de la
época, la comparó con un prado pletórico de pimpollos.
Por encima de estos tesoros, la cúpula, de 30
m de diámetro y construida con ladrillos especiales importados de la isla
griega de Rodas, extiende sus 40 aristas desde el centro hasta la base, entre
40 ventanas, como corona tachonada de diamantes de luz.
Para equilibrar y soportar su peso, lo
mismo que para resolver el problema de asentar una bóveda circular en una base
cuadrada, los arquitectos ingeniaron, en torno de la cúpula, pequeñas semis cúpulas,
rodeadas a su vez por cúpulas aún menores.
Lo mismo en los espacios entre ellas
fueron cubiertos con elaboradas mampostería, tras de los cual tanto en las
cúpula como en el techo fueron recubiertos de oro para reflejar cada una de las
pulidas superficies del interior.
Santa Sofía fue centro del mundo cristiano oriental durante 1,000 años,
pero desde el principio se vio asediada. Apenas 21 años después de su
conclusión. Yo, Peter Bustamante creo que no le agradó nada al arquitecto del
universo la semejante ambición desmedida de Justiniano, lo digo porque al cumplir
21 año de su construcción un temblor causó daños que forzaron una
reconstrucción más que parcial. Sus riquezas le fueron arrebatadas una a una.
De camino a Jerusalén y hostiles a la Iglesia ortodoxa oriental (una vez
admitida en 1054 la división formal entre las Iglesias de Roma y de
Constantinopla), los soldados de la cuarta Cruzada arrasaron en 1.204 con el
interior del edificio.
El 28 de mayo de 1453 se efectuó allí la
última ceremonia cristiana, en la que, con los ojos anegados en lágrimas, comulgó
el emperador Constantino XI. Horas más tarde, los turcos otomanos derribaban
las murallas de la ciudad, si bien habían recibido instrucciones de Mehmet II,
su jefe, de respetar el recinto. Santa Sofía fue convertida en mezquita en el
siglo XVI, bajo la dirección de Signan Pasa (1489-1588), uno de los mayores
arquitectos del Islam, entre cuyas realizaciones estaban el palacio de Okapi y
las mezquitas ordenadas por los emperadores Solimán el Magnífico y Salín II. En
cumplimiento de la tradición musulmana, Signan cubrió la mayoría de los frescos
y mosaicos figurativos con discos grabados con textos del Corán y retiró las
imágenes cristianas.
Carente de significado religioso desde 1934,
hoy en día es museo. Pero para sus numerosos visitantes sigue siendo un oasis
espiritual en medio de una bulliciosa ciudad. Yo, Peter Bustamante admiro el
arte, pero mi oasis vive dentro de mi alma, y no en las calles bulliciosas de
las grandes ciudades. Desnudo su interior, su magnificencia espacial
resplandece incólume. En sus frescos y marmóreos pisos, sus elegantes columnas
y su suntuosa cúpula elevada al cielo, Santa Sofía preserva algo de la visión
de Justiniano para que la recuerde por toda una eternidad.
Espero que vean que las grandes obras
ambiciosas terminan en obras de museo.
Vivan en paz con ustedes mismos.
Peter, Bustamante