‘CONCEPTO DE DIOS’
UNA
doctrina básica en teología es la igualdad de la divinidad en todos los
hombres. Si todos los hombres pudieran apreciar y darse cuenta de esta esencia
en la misma forma, y juntos definir racionalmente su naturaleza y función, habría
una unificación de todas la religiones. Desgraciadamente no ocurre así. En
consecuencia, tenemos muchas religiones y cada una tiene su Dios. Cada
una tiene su profeta, que declara estar inspirado divinamente y que lega a sus seguidores un ideal de Dios obtenido por comunión
directa. Y chocan los ideales. Los creyentes de las diversas sectas se oponen a
los demás y critican los ideales ajenos.
¿Es Dios un
factor imperfecto? ¿Avanza Dios hacia un logro inevitable y alcanzará una
excelencia final? Tal hipótesis no podría ser aprobada por la teología moderna,
ni sería consistente siquiera como concepto religioso de un pueblo bárbaro. Empequeñecería
el conocimiento de la Divina supremacía y omnipotencia. Sin embargo, una
revisión de la historia de la religión y un examen de las doctrinas de las sectas
contemporáneas, revelan una asombrosa similitud con tal hipótesis, debido en
parte a la discrepancia en sus definiciones sobre la naturaleza de Dios.
Encontramos que
el esplendor que la teología atribuye a Dios, sobrepasa en muchos aspectos
al de las épocas pasadas. Además hallamos que sus realizaciones de hoy son
numerosas en comparación con aquellas que se le adjudicaban en siglos ya
pasados. Hubo un tiempo en que poseían una multiplicidad de formas, pero ahora
el hombre ha hecho de Él una entidad única, he incluso una inteligencia
impersonal que se difunden por todas partes. Los credos modernos y las sectas,
sin embargo, declaran fervientemente que el Dios de ayer, de hoy y de mañana
es el mismo. Declaran que Él es el único factor inmutable en un universo de
cambios. Si Él es inmutable, perfecto y de excelencia suprema, ¿cómo pueden los
creyentes conciliar esto con la diferencia evidente de naturaleza que le adjudican
todos los que les conocen? Evidentemente todas las concepciones ideológicas no
pueden ser aceptadas: algunas, a la fuerza, deben ser erróneas.
Señores, si un
grupo de mentes humanas no puede interpretar el Divino impulso de su
propia naturaleza correctamente, entonces es posible que todos los hombres
puedan igualmente errar. En defensa de los creyentes se puede decir que algunos
de ellos perciban más lo divino en su naturaleza que los otros y en su comprensión participa más estrechamente con la
Divina Realidad. Pero, yo me pregunto, ¿quiénes son ellos? ¿Qué criterio hay
para confirmar la precisión con que el hombre percibe a Dios? La
sinceridad de propósito no basta para juzgar la exactitud de nuestro concepto
de Dios. En mis años de estudios he visto personas que aparentemente en
su sincera ambición de persuadir a sus compañeros de que sólo él, o su secta,
han logrado percibir a Dios y que representa el intermediario
de su palabra, el hombre acude a la más extraña y fanáticas prácticas que de
por sí merman la sublimidad de Dios, esa sublimidad que uno siente más que conoce. ¿Qué
es más valioso para el hombre, el
ideal de Dios al que debe
luchar por acercarse, o la expresión de este ideal en forma compuesta de
palabra? Con alta frecuencia el ideal espiritual del hombre, como el código
moral que amablemente acepta, es un patrimonio heredado de sus antepasados. El Dios
de su padre y el Dios del padre de su padre se tornan en el vendito guardián
de todas las virtudes de una vida más alta. Él también acepta por igual, mucho
de la intolerancia y fanatismo contenido en la fe paternal, y se siente molesto
cuando ponen en duda cualquier postulado de su fe o de la interpretación que de
Dios él ha aceptado. Y esto no es porque haya llegado a conocer a ese Dios,
o porque a través de tan inefable contacto haya experimentado aquello que
previamente sólo creía, sino sencillamente porque hiere a su orgullo, su “ego” humano
el hecho de que su juicio o el de sus correligionarios sea puesto en tela de
juicio. Espero que comprendan este tema, he pensado si es que leen la más
importante de todas las bases profesionales que mis archivos guardan por años
un tema escrito en el año 1926, Yo lo he releído por muchos años, y no lo
traigo a colación porque quizás sea interpretado de formas inequívocas, pero
les aseguro que es el tema más fascinante que registre la historia, las más
grandes equivocaciones que el hombre desconoce.
En vos confió.
Peter Bustamante