“EL TEMA DE LAS MALDICIONES”
En
toda la antigua literatura esotérica o espiritual, hay dos rasgos interesantes
que continuamente recuerdan al investigador que se ha eliminado de nuestra educación
actual un vasto campo de conocimientos muy popular en la antigüedad, o que algún
error de principios antiguos de misticismo se ha eliminado completamente y se
ha reemplazado por una comprensión mejor de esos principios. Estos dos grandes
rasgos son los de los encantamientos y la pronunciación de maldiciones eternas.
Ambas cosas están muy relacionadas y se las encuentra relatadas en muchos sitios
y en muchos incidentes del pasado, y verdaderamente en un sentido fundamental,
ambas están relacionadas en sus principios místicos.
Tal vez el origen y la práctica de la pronunciación
de maldiciones contra otros es más interesante, y podemos beneficiarnos mucho
si nos entregamos a considerar este asunto. A medida que leemos la literatura
sagrada de los cristianos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos
muchas explicaciones que indican que entre los judíos, y probablemente entre
todas las otras razas, la pronunciación de una maldición contra un individuo o un grupo de individuos,
o una secta, raza o nación, era cosa muy generalizada. En las antiguas
creencias de los siglos anteriores a la Era Cristiana, ha debido ser muy común entre
los pocos ilustrados y entre ligeramente en los pocos instruidos, el hecho de
lanzar una maldición contra otra persona o grupo de personas, por cualquier razón.
Es indudable que aquellas personas tenían gran fe en las maldiciones que
lanzaban. Leemos también en antiguos escritos que muy a menudo las maldiciones provocaban
estados extraños. Leemos por ejemplo, que una persona disgustada con otra decía:
“Te convertirás en sal”; otra decía: “Te convertirás en nubes, te elevarás en
el aire y desaparecerás” otra decía: “Sufrirás de dolor de estómago y te
arrastraras por la tierra por el resto de tus días en agonía perpetua”. Muchas
veces la maldición incluía la transformación de la persona en diversos
animales, especialmente los que eran comúnmente odiados o despreciados, y nunca
en ningún animal que se tuviera por sagrado. Todas clases de enfermedades estaban
incluidas en estas maldiciones. Tal vez la más popular era la de desear el mal
de ojo contra la persona odiada.
Junto con las creencias en las maldiciones había
otra que se refería a condiciones buenas y cambios benéficos que podían acontecer
a otras personas. Muchas narraciones de aquellos tiempos se refieren a estados
de magia blanca, en vez de estado de magia negra. Si alguien nos daba una buena
noticia o nos prestaba un servicio extraordinario en algún difícil la persona beneficiada
decía a la otra: “Qué tengas siempre juventud” otra decía: “Qué se cumplan
todos tus deseos” otra más diría: “Qué tengas hijos gemelos que te sirvan bien “.
A pesar que en aquellos días llenos de pobrezas, era difícil mantener a una
familia, o difícil para una familia pobre criar muchos, no se consideraba como
un mal el desear gemelos a otras personas, porque tan pronto como los hijos podían
caminar, o mantenerse rectos, se les ponía a trabajar y ganarse la vida, o por
lo menos ayudaban a obtener alimento y agua para la familia. Por lo tanto los
hijos eran valiosos, especialmente para el padre. En muchos casos, el hijo se
comparaba a un camello o a alguna bestia de carga que podía servir de manera
material.
La maldición era que caminaran en la
obscuridad de la noche, en vez de a la luz del día. Fue una maldición muy extraña,
y a juzgar por todas las narraciones que de ellas tenemos, parece que fue la
primera y única vez que se la empleo, pero a causa de su aparente resultado, es
extraño que no se la empleara más a menudo en la guerra que siguieron. Los
anales dicen que barias horas después de estas oraciones y de las maldiciones
contra el ejército asirio, el ejército se puso en pie, abandonando su sueño
junto al desierto, y comenzó a marchar, creyendo que iba hacia el Nilo, hacia
la victoria, pero en vez de esto el ejército se equivocó en las tinieblas de la
noche y se alejó hacia el punto de partida. Ese ejército se perdió en el desierto,
frente a una terrible tempestad de arena que borró todas las huellas y marcas,
y jamás se volvió a tener noticias de toda aquella tropa. Sea como fuere,
podemos presumir que es cierto que el ejército esperado no llego debido a
alguna causa extraña, y vemos claramente que este incidente estimulo el empleo de
las maldiciones.
Solo
me queda que decirles que traten de vivir en paz con ustedes mismo.
Peter
Bustamante