Sunday, May 12, 2013

“EL TEMA DE LAS MALDICIONES”





“EL TEMA DE LAS MALDICIONES”

En toda la antigua literatura esotérica o espiritual, hay dos rasgos interesantes que continuamente recuerdan al investigador que se ha eliminado de nuestra educación actual un vasto campo de conocimientos muy popular en la antigüedad, o que algún error de principios antiguos de misticismo se ha eliminado completamente y se ha reemplazado por una comprensión mejor de esos principios. Estos dos grandes rasgos son los de los encantamientos y la pronunciación de maldiciones eternas. Ambas cosas están muy relacionadas y se las encuentra relatadas en muchos sitios y en muchos incidentes del pasado, y verdaderamente en un sentido fundamental, ambas están relacionadas en sus principios místicos.

  Tal vez el origen y la práctica de la pronunciación de maldiciones contra otros es más interesante, y podemos beneficiarnos mucho si nos entregamos a considerar este asunto. A medida que leemos la literatura sagrada de los cristianos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos muchas explicaciones que indican que entre los judíos, y probablemente entre todas las otras razas, la pronunciación de una maldición  contra un individuo o un grupo de individuos, o una secta, raza o nación, era cosa muy generalizada. En las antiguas creencias de los siglos anteriores a la Era Cristiana, ha debido ser muy común entre los pocos ilustrados y entre ligeramente en los pocos instruidos, el hecho de lanzar una maldición contra otra persona o grupo de personas, por cualquier razón. Es indudable que aquellas personas tenían gran fe en las maldiciones que lanzaban. Leemos también en antiguos escritos que muy a menudo las maldiciones provocaban estados extraños. Leemos por ejemplo, que una persona disgustada con otra decía: “Te convertirás en sal”; otra decía: “Te convertirás en nubes, te elevarás en el aire y desaparecerás” otra decía: “Sufrirás de dolor de estómago y te arrastraras por la tierra por el resto de tus días en agonía perpetua”. Muchas veces la maldición incluía la transformación de la persona en diversos animales, especialmente los que eran comúnmente odiados o despreciados, y nunca en ningún animal que se tuviera por sagrado. Todas clases de enfermedades estaban incluidas en estas maldiciones. Tal vez la más popular era la de desear el mal de ojo contra la persona odiada.

  Junto con las creencias en las maldiciones había otra que se refería a condiciones buenas y cambios benéficos que podían acontecer a otras personas. Muchas narraciones de aquellos tiempos se refieren a estados de magia blanca, en vez de estado de magia negra. Si alguien nos daba una buena noticia o nos prestaba un servicio extraordinario en algún difícil la persona beneficiada decía a la otra: “Qué tengas siempre juventud” otra decía: “Qué se cumplan todos tus deseos” otra más diría: “Qué tengas hijos gemelos que te sirvan bien “. A pesar que en aquellos días llenos de pobrezas, era difícil mantener a una familia, o difícil para una familia pobre criar muchos, no se consideraba como un mal el desear gemelos a otras personas, porque tan pronto como los hijos podían caminar, o mantenerse rectos, se les ponía a trabajar y ganarse la vida, o por lo menos ayudaban a obtener alimento y agua para la familia. Por lo tanto los hijos eran valiosos, especialmente para el padre. En muchos casos, el hijo se comparaba a un camello o a alguna bestia de carga que podía servir de manera material.

  La maldición era que caminaran en la obscuridad de la noche, en vez de a la luz del día. Fue una maldición muy extraña, y a juzgar por todas las narraciones que de ellas tenemos, parece que fue la primera y única vez que se la empleo, pero a causa de su aparente resultado, es extraño que no se la empleara más a menudo en la guerra que siguieron. Los anales dicen que barias horas después de estas oraciones y de las maldiciones contra el ejército asirio, el ejército se puso en pie, abandonando su sueño junto al desierto, y comenzó a marchar, creyendo que iba hacia el Nilo, hacia la victoria, pero en vez de esto el ejército se equivocó en las tinieblas de la noche y se alejó hacia el punto de partida. Ese ejército se perdió en el desierto, frente a una terrible tempestad de arena que borró todas las huellas y marcas, y jamás se volvió a tener noticias de toda aquella tropa. Sea como fuere, podemos presumir que es cierto que el ejército esperado no llego debido a alguna causa extraña, y vemos claramente que este incidente estimulo el empleo de las maldiciones.  

Solo me queda que decirles que traten de vivir en paz con ustedes mismo.    

Peter Bustamante         

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