¿ES NECESARIO ASISTIR A LA IGLESIA?
“Hay
algo de lo que quisiera obtener vuestra opinión o explicación, sin que se tome
este artículo con intenciones de conflictos, más bien por ciertas preguntas que
me llegan a mi correo de enseñanzas a los jóvenes, claro está, yo podría orientarlos
pero no quiero debatir estas clases de temas. Se trata del caso de la asistencia a la iglesia, especialmente cuando
ella entra en conflicto con nuestros conocimientos, tales como la rencarnación
y otros. Es muy posible, por ejemplo, que uno que haya asumido obligaciones de
iglesia o hecho confesiones tenga más tarde escrúpulos de consciencia, cuando
las vaya a realizar. Esto es una situación difícil cuando se han hecho
pronunciamientos y dado el nombre para subscribirse a ciertos principios
religiosos, y si esta diferencia de opinión se llega a conocer, entonces cuando
asista a la iglesia lo miraran como un “extraviado”.
Muchos individuos de mente progresista cuyos
puntos de vista han cambiado con su madurez de pensamiento, están confrontando
este problema. Es absurdo que en muchas creencias muchachos o jóvenes se vean
obligados a adquirir obligaciones sobre un credo o dogma religioso,
obligaciones que en efecto, parece que los liga moralmente a ellos. Semejantes jóvenes
tienen poca experiencia de la vida. No han estudiado religiones comparadas, ni
se han familiarizado con filosofías clásicas o contemporáneas por lo que han
estado poco expuestos a los errores de la teología, aun a los de la fe a los que
ellos han sido ciegamente obligados a subscribirse. En la mayoría de los casos
toda su relación con una actividad religiosa o credo teológico ha sido en la
iglesia a la que los enviaron sus padres, así que su conformidad con los
compromisos que han aceptado hacia ella son más de naturaleza de apremio que de
preferencia intelectual o espiritual. Creen que lo que han hecho es mejor debido
al consejo de sus mayores, pero la pregunta es esta; ¿estarán tan listos a
aceptar las doctrinas a las que se han obligado cuando hayan llegado a la
madurez? La actitud de los parientes de que “Lo que es bastante bueno para mí también
es bueno para mis hijos” es errónea porque lógicamente, está falta de vigor. La
idea de Dios no es interpretada universalmente del mismo modo; si lo fuera, existiría
una religión universal.
Tampoco el concepto de salvación o santidad
espiritual es universalmente aceptado, ni las concepciones del mal, la
inmortalidad, y la purificación espiritual. Cada padre tiene el derecho de
estimular, y su deber es guiar a sus hijos hacia la reserva moral y el aprecio
de la unidad y omniscencia Cósmica. El que un padre suponga que su manera de
construir esos fines en la forma de ciertos dogmas o credos es la única infalible
es falso, y tal actitud es más dañosa que beneficiosa. Mientras el niño está
bajo la influencia paternal, no inquirirá ni se rebelará a la coacción aplicada,
pero si más tarde el joven en su pensar independiente como adulto
descubre que la religión a la que se suscribió originalmente no le satisface
por más tiempo, ocurre un conflicto que puede tener hondo significado
emocional, ya que encuentra que debe hacer una selección entre las convicciones
personales en lo que representa para él la verdad y la violación de un solemne juramente
tomado en fecha anterior. En la mayoría de los casos, la insistencia de los
padres que sus hijos contraigan obligaciones co su iglesia o fe, es egoísta,
aunque lo admitan o no. Por lo general lo que desean es ligarlos psicológicamente
antes de que puedan llegar a tener una opinión contraria. Es la intención deliberada
de poner a los hijos bajo una restricción, para que no puedan escapar hacia
otros canales de pensamiento.
Estos padres defienden su posición diciendo
que están evitando que el niño se extravié, protegiendo su bienestar espiritual.
En realidad, todo esto podría lograrse por medio de un ejercicio religioso o
moral, sin las obligaciones que enlazan a una secta particular. Una secta que
demanda semejantes obligaciones está mostrando también motivos egoístas sin
hacer caso de las tradiciones, ni otras razones que cita.
La
verdadera religión no es una obligación externa. Es el resultado de una devoción
interna, es el deseo moral de ser parte de eso que, para la consciencia de uno,
es lo bueno y lo verdadero. Cualquier otra influencia contraria no tiene
contenido espiritual y, en su oportunidad, traerá un conflicto moral. ¿Está justificado
que el niño o joven invalide estos juramentos obligados, inducidos a hacerlo en
edad temprana? Bajo ciertas condiciones, sí. Solamente se debe admitir una obligación
y mantenerla si ella constituye la plétora de la personalidad, representando el
juicio completo del individuo después de la debida investigación, y si es
sancionada por la consciencia como el recto curso de acción. Si la obligación se
acepta bajo circunstancias pueriles, puede decirse que el ser del individuo, en
realidad, no participó en la obligación y que por tanto, no existe realmente
contacto de unión, ya sea en el sentido moral o en el legal. Cuando más tarde
en la vida encuentre que en alguna otra religión, o en metafísica, misticismo o
filosofía, existe una verdad adecuada y más representativa, que satisfaga su
alma, entonces esta justificado el que se desvié de las obligaciones hecha bajo
las influencias hechas primitivas, pero al abandonar esas obligaciones
primarias no debe hacer nada que, en realidad, pudiera traer daños a otros.
De modo que, si los deberes anteriores de la iglesia hubieran incluido algunos
elementos secreto, no debe divulgarlo a otros, aunque no este concurriendo por
más tiempo a sus funciones. El continuar asistiendo a una iglesia debido a una obligación
hecha durante un período de falta de madurez de mente, y cuyo, juramento ya no
pueda aceptarse por más tiempo de buena fe, constituye una hipocresía. Tal
estado es un error moral mucho más irrespetuoso que una tranquila despedida a
lo largo de canales nuevos y más satisfactorios, de estudio espiritual. Cuando
las autoridades de la iglesia amenacen con la condenación y con el castigo en
la vida futura por semejante despedida, se debe estar convencido de que verdaderamente es tiempo para hacer un
cambio. Estas conminaciones por parte de las autoridades eclesiásticas indican
el deseo, enteramente mortal, de construir
o mantener unida por la coacción una organización temporal. Semejante
conducta, en sí misma, ciertamente es la desviación de un motivo elevado,
profesado y espiritual.
Solamente
les pido que en estos tiempos cruciales en el que vivimos, se mantengan bien integrados
al seno familiar y traten de vivir en armonía con todos los hombres de buena voluntad,
y mantengan las esperanzas de vivir en paz con ustedes mismo.
Peter
Bustamante