“CLARIFICANDO LA
CONSCIENCIA”
Con toda probabilidad, la mayoría de nuestros lectores cuestionarán acerca de
la necesidad o conveniencia de clarificar la consciencia. Sin embargo, debe
reconocerse que sí existen diferencias de opinión con respecto a la naturaleza y propósito de
la consciencia. Están aquellos que piensan que la consciencia es un producto o
una función intelectual del hombre. Tal vez usted sea uno de ellos. El filósofo
Thomas Hobbes escribió: “Como la consciencia del hombre y su juicio son una
misma cosa, así como el juicio, también la consciencia puede estar equivocada”.
Hitler dijo: “Yo estoy liberando al hombre de la quimera degradante conocida
como consciencia”. A la mayoría de nosotros se nos ha enseñado desde la niñez
que la consciencia es aquella misteriosa “pequeña voz queda”. Emmanuel
Swedenborg dijo:” La consciencia es la presencia de Dios en el hombre.
El diccionario define la
consciencia como “la facultad por medio de la cual las distinciones son hechas
entre la moral correcta y la equivocada, especialmente con respecto a la
conducta de uno...” y “de conformidad de la conducta de la moral estándar
prescripta”. Realmente, el verdadero significado se encuentra en la raíz latina
que es conscire, que significa conocer internamente. En Hamlet, Shakespeare dice:
“Así la consciencia hace cobarde de todos nosotros” Esta marca de consciencia
está ciertamente “de conformidad con la conducta de la moral estándar prescripta”. Estos estándares morales no son
conocidos o reconocidos internamente. Más bien, ellos son reconocidos
externamente y aceptados internamente.
Muchos que niegan cualquier
talento para el vendedor se han persuadido totalmente de manera intelectual
para aceptar como buena y correcta alguna posición o cargo en sus vidas que,
aunque contrario a sus instintos naturales, los capacita para permanecer en
gracias con su religión, su gobierno o aun sus familias. Muy a menudo estas
personas se sienten perdidas para comprender las manifestaciones psicosomáticas
de picazones, úlceras y dolores de cabeza de las que ellas son las víctimas
constantes. En algunas partes muy profundas dentro de ellas está la consciencia
suprimida y subjetiva de que se han engañado a sí mismas. La verdadera consciencia
puede ser amordazada pero no puede ser destruida. Puede parecer extraño hoy
día, pero el tema de la consciencia ha sido muy frecuentemente una fuente de
agitación en la religión y en el gobierno. Estamos más acostumbrados a pensar
de la consciencia como estando más allá de la disputa. “La libertad de la Consciencia”
fue la frase para describir el derecho natural para aceptar y apoyar cualquier
filosofía religiosa y cualquier sistema de adoración religiosa que uno pudiera
seleccionar de acuerdo con su propia consciencia.
Al principio era el gobierno
político bajo el cual uno vivía el que determinaba la creencia religiosa
aceptable para uno y el método adecuado de adoración. Parece increíble hoy día
que algún tiempo en la historia Gregorio XVI declaró en una encíclica: “De la contaminada
fuente del indiferentismo emana esa doctrina absurda y errónea o más bien
disparatada…que proclama y defiende la libertad de consciencia para todos. De
esto llega, en una palabra, la peor plaga de todas, es decir, libertad ilimitada
de opinión y la libertad de expresión”. Por otra parte, afortunadamente, están
aquellos que han enseñado y defendido el concepto que la consciencia verdadera
es la única guía confiable para dirigir al hombre en la verdad, el amor y la
paz. Fue la creencia de Albert Einstein que no deberíamos “jamás hacer
nada en contra de la consciencia aunque el estado lo demande”. Voltaire escribió:
“En medio de todas las dudas que hemos discutido por 4.000 años en 4.000
formas, el curso más seguro es no hacer nada en contra de la consciencia de
uno. Con este secreto, podemos gozar de la vida y no temerle a la muerte”.
Muchos creen con Henry Fielding, que la consciencia “…es la única cosa
incorruptible a nuestro alrededor”. Y mi gran difunto maestro Ralph M Lewis,
exponente principal de nuestra filosofía nos dejo un gran legado, el
cual hago mención cuando nos dijo: Se nos ha dado un barómetro espiritual, que
es el sentido moral que poseemos, o consciencia. Este barómetro nos informa
cuando quiera que nuestros actos, o actos contemplados, son contrario a las
leyes y principios Cósmicos”.
¿De donde viene esta idea de
una guía infalible dentro de nosotros? La mayoría de las escuelas antiguas
esotéricas de misterio enseñaron este concepto en sus filosofías. La impresión
es que esta doctrina era vieja y venerada aun en esos antiguos días. En la más
primitiva historia registrada de los egipcios, existe evidencia que el hombre reconocía,
o le fue enseñado, que todos sus actos deberían engendrar amor en aquello a su alrededor en lugar de odio. No había énfasis entre
“bien y mal” o “correcto o equivocado”. Aquello que incurría en odio en otros
estaba equivocado, y aquello que engendraba amor entre los demás era correcto.
Estas gentes primitivas concebían que el hombre albergara un duplicado
invisible, intangible de si mismo, dentro de su cuerpo y que este duplicado
fuera su guía y espíritu protector. Era su consciencia—ellos la llamaban Ka—y
estaba siempre con él. Ka era incorruptible e infalible y guiaba al hombre
solamente en amor y por lo tanto bondad. Desde entonces la mayoría de la
filosofía clásica ha demostrado que en el hombre hay una inclinación inherente
hacia la verdad, la bondad y la rectitud y esa inclinación es la consciencia.
Y para terminar nuestra
consciencia es la chispa de Dios dentro de todo ser, y esta el día cercano que
habrá una lengua universal, una religión universal, un gobierno universal y ese
maestro será la consciencia. La unidad del hombre será la personificación del
amor. Pero antes de que ese día o sueño sea realizado ¡tenemos tantas lecciones
de la vida que aprender! La manera más constructiva de comenzar es clarificando
nuestra consciencia.
Y les digo que traten de vivir en paz con ustedes mismo.
Peter Bustamante