“FILOSOFÍA COSMOLOGÍA
Y SUS ELEMENTOS”
Aristóteles,
filósofo de la finitud y del mundo finito, tiende a rechazar el infinito. Aristóteles,
filósofo del sentido común, lo acepta en alguna medida. Su filosofía del
infinito combina ambas tendencias en una síntesis difícil, pues el concepto del
infinito en potencia usa una noción (no explicitada) de potencia distinta a su noción
normal de potencia. De todos modos, es una concepción que ha resultado
perdurable y fecunda. En nuestro siglo, algunos filósofos de la matemática—los llamados
intuicionistas o constructivistas—siguen manteniendo las concepciones
aristotélicas del infinito. Y todos las toman muy en serio. En cualquier caso,
su filosofía del infinito es una de las partes de su obra cuyo interés es más
que meramente históricos.
“LOS
ELEMENTOS”
La materia es pura potencialidad, pura indeterminación,
por eso puede adoptar todo tipo de formas, desde las más simples hasta las más
complejas. Las formas más simples que puede adoptar la materia son las formas
elementales, cuya incorporación en la materia da lugar a los cuerpos simples, a
los elementos. La mayoría de los cuerpos pueden ser analizados o descompuestos
en cuerpos más sencillos La casa se compone de vigas y paredes, éstas de
ladrillos y cal, etcétera. Lo mismo pasa con los animales, los montes y todos
los cuerpos. Pero este análisis des compositivo tiene un límite. Al final
llegamos a unos cuerpos simples homogéneos, que ya no pueden ser analizados en constituyentes
de tipo distinto, sino sólo divididos según la cantidad (esta división es
indefinidamente iterable, pues por los cuerpos son continuos). Todos los
cuerpos pueden descomponerse en los elementos, pero los elementos no pueden descomponerse
en cosas distintas, son cuerpos homogéneos. Si mal no recuerdo, creo que existe
un libro
que
creo que lo tengo en mi biblioteca, no recuerdo el número del tomo, que habla: Sobre
el cielo, es un tratado completamente independiente acerca de los elementos sublunares.
Los elementos del mundo sublunar en que vivimos son ya los cuatro ya indicados
por Empedoklés: el fuego, el aire, el agua y la tierra.
El fuego es caliente y seco; el aire caliente
y húmedo; el agua, fría y húmeda; la tierra, fría y ceca. Cuando un elemento
cambia una de esas cualidades por su contraria, se transforma en otro elemento.
Cada cuerpo simple, cada elemento, es en potencia cualquiera de los demás.
Cuando actualiza esa potencia, se da un cambio, una generación. Y los cuerpos
simples constantemente están actualizando esa potencia, generándose y destruyéndose,
transformándose unos en otros. Así el aire, que es caliente y húmedo en acto,
posee también la potencia de ser frío (que puede actualizar, transformándose en
agua) y la de ser seco (cuya actualización lo convierte en fuego). La materia última
es precisamente el sustrato que permanece en estas transformaciones entre
elementos. Y así como los elementos—los cuerpos simples—son fugaces, generables
y corruptibles, la materia última misma es ingenerable, incorruptible y eterna.
Los elementos son cuerpos naturales, tienen
una tendencia natural a moverse en cierta dirección. La tierra tiende a moverse
en línea recta hacia abajo (hacia el centro del universo). El fuego tiende a moverse
en línea recta hacia arriba (hacia la periferia del universo). Por eso la
tierra es pesada y el fuego es ligero de un modo absoluto. El aire es también ligero
y tiende hacia arriba y el agua es también pesada y tiende hacia abajo, pero sólo
de un modo relativo. Si el cielo dejase en paz al mundo sublunar, la tendencia
natural de los elementos conduciría a la formación de una pelota maciza de
tierra pura en el centro, encima de ella vendría una envoltura esférica de agua
pura, luego otra de aire puro y, finalmente, otra envoltura esférica de fuego
puro. Cada elemento reposaría eternamente en su lugar natural y jamás habría cambio
alguno en el mundo.
Pero las esferas celestes, con sus continuos
movimientos, constantemente introducen el cambio y el movimiento en el mundo
sublunar, mezclando los elementos, provocando la alternancia de las estaciones,
los meteoros, etcétera.
Les
agradezco su atención aquellos que deseen un poco de conocimiento.
Y
traten de vivir en paz con ustedes mismos.
Peter
Bustamante