Wednesday, January 29, 2014

“NUESTRA MISIÓN EN LA VIDA”





“NUESTRA MISIÓN EN LA VIDA”


EXISTEN dos tendencias principales en la vida que inducen al hombre a accionar-aparte de los deseos y apetitos físicos dominantes, de cuya satisfacción depende la existencia en sí. La primera es obligación  y la segunda idealismo. Las obligaciones son aquello que nuestros conceptos personales de lo moral y las normas de ética adoptadas, nos hacen sentir que debemos afrontar y que si no lo hacemos así no tendremos paz mental. La naturaleza y la forma que asumen tales obligaciones son tan variadas, como los intereses y actividades del hombre. Lo que uno puede sentir como obligación en la vida, puede que para otro no lo sea. Esas obligaciones podrían consistir en cuidar a los padres, una educación universitaria para cada uno de los integrantes de la familia, la rectificación de faltas cometidas a los parientes, o hacer una compensación monetaria para evitar un estigma. Por otra parte, los ideales pueden ser aquellos a los que el individuo aspira alcanzar como su propósito en la vida—la verdadera razón para la que él desea vivir y de la cual obtiene un placer o regocijo. Estos ideales pueden ser relacionados con la ambición.

  Por supuesto, cumplir con una obligación proporciona también un sentimiento de satisfacción, pero en algunas ocasiones es de una naturaleza negativa. Todos tenemos una sensación de descanso cuando hemos llevado a cabo una tarea prolongada y penosa, o hemos cumplido con un deber, pero no es la misma exaltación que experimentamos cuando realizamos un ideal. El cumplimiento de una obligación es como quitarnos de encima una condición que nos molesta o nos irrita, pero la realización de un ideal es un estímulo adicional. No hemos quitado de en medio algo, sino que hemos ganado algo. En consecuencia, podemos ver personas que, debido a su sentido moral, a menudo son impulsadas a escoger, como su misión en la vida, algo que no es exactamente lo que le gustaría hacer, pero que de todas maneras hacen.
“LO INTERROGANTE”
  El verdadero interrogante que se presenta ante nosotros es: cuál es la misión correcta ante  nosotros, el ideal  o la obligación—en mis formas de pensar, suponiendo que tenemos ambas. La respuesta a esto podría ser probablemente: un procedimiento intermedio—esforzarse razonablemente por hacer frente a una obligación razonable y de la misma manera obtener un ideal. Estamos totalmente conscientes de que, bajo muchas circunstancias, no es aconsejable una división de esfuerzos. Pero si el individuo tiene ideales y obligaciones dominantes, debemos tomar un curso intermedio o no cumplir verdaderamente su misión en la vida. Debemos comprender que las obligaciones que asumimos y hasta las que no creamos, no son realmente tan vitales como algunas veces creemos que son. Con esto no quiero decir que, porque algunos no las consideren importantes no lo sean, sino que algunas de ellas realmente no lo son.

  Como todos hemos tenido la ocasión de conocer, nuestras emociones influencian grandemente el valor que damos a muchas cosas, así como lo hacemos con la sensitividad innata que constituyen nuestro talento. Uno que se inclina hacia las artes tiene una gran apreciación natural de la armonía del color, las líneas, proporciones y perspectivas, que otros no tienen. En consecuencia, su razón le hace que mida la valía de las cosas, por medio de su valor artístico y su belleza, y les dará importancia a las que otros tal vez pasan por alto. En este momento, no necesitamos entrar en una discusión acerca de si la belleza es inmanente en el objeto, o está en la mente del hombre. El hecho de que algo sea bello para él, es el factor importante. Las emociones que tenemos pueden hacer que uno se imagine u origine en su mente obligaciones excesivas. Así, uno podría tener la pasión de vindicar a un familiar de lo que él cree que constituye un estigma en contra de la reputación de sus padres. Se extiende en ello, establece un deseo tan devastador, que ninguna otra cosa le importa, sino sacrificar lo que concibe como un error.

  Observando la civilización como un total, el hombre lo ha hecho absolutamente bien. En consecuencia, corresponde a cada hombre el  contribuir en alguna forma al bienestar de la sociedad humana y no trabajar sólo para él mismo. Una persona que barre las calles y lo hace bien, con una comprensión de la importancia que tiene su tarea para la humanidad, y no lo hace sólo porque tiene que hacerlo, está haciendo tanto, en una forma humilde, como el bacteriólogo que trabaja en un laboratorio tratando de encontrar una forma de detener la propagación  de una enfermedad.

Aquél que busca un trabajo o posición sólo para irla pasando, obviamente está abrogando la ley cósmica. El concibe su misión en la vida como el obtener sólo aquello que favorecerá sus fines, sin ninguna consideración para el resto de la humanidad. Uno debería intentar siempre encontrar un empleo en las ocupaciones o profesión que le proporcionen placer, en lo que a él le guste hacer. Esto no es sólo porque hace que el trabajo sea más placentero y lo aparta de la clase de tareas abrumante, sino porque eso le demandará que haga lo mejor y él pondrá en juego todas sus habilidades y talento sin tener restricciones inconscientes.
Jamás confundan la eminencia y la distinción.

En vos confió.


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