‘EL LEGADO DE PLATÓN Y ARISTÓTELES’
LA NATURALEZA humana sólo alcanza su plenitud en el
ciudadano, hombre adulto, libre y cabal, dotado de razón, capaz de mandar y
obedecer, y que disponen de ocio suficiente para dedicarse a las actividades
superiores: en especial la política, la guerra, y si es posible a
la dialéctica de la filosofía. Una ciudad ideal, Platón
había descrito en barias ocasiones, en el sueño de una República y en
las leyes, su sueño ideal y Aristóteles, como buen discípulo suyo, no
podía por menos de diseñar también la suya, en la relación tradicional de la
política, que es posible que se lo dé a conocer más profundamente más adelante.
Platón y su ciudad ideal tiene por misión garantizar la felicidad
de una pequeña minoría en hombres: los ciudadanos. Los ciudadanos deben
ser precisamente los más inteligentes y virtuosos de los
habitantes. Ellos son los más capases de tener felicidad. En efecto,
cada uno es capaz de felicidad en la medida en que es inteligente, virtuoso y
prudente. La felicidad estriba en el ejercicio de la virtud y la inteligencia,
no en los bienes exteriores.
Y los que tienen esa
inteligencia se repartirán las tierras y las poseerán, pero no las
cultivaran ellos, sino que serán cultivadas por esclavos. Mis queridos
lectores que sueños más bellos, y lo más grandioso. Las rentas que de ellas
perciban permitirán a los ciudadanos virtuosos vivir en ocio, dedicado a
la política y la filosofía. Los ciudadanos políticos y virtuosos
jamás pueden ser obrero, pues el ciudadano solo es productor de virtud, ni
pueden ser mercaderes. Entiendan que los obreros y mercaderes que carecen de
virtud para pensar esos son los esclavos, juntos con los extranjeros. Como nos
estamos ocupando de la mejor constitución, y ésta es la que más feliz puede
hacer a la ciudad, y la felicidad no sería posible sin los virtuosos, entiendan
que no es posible aparte de la virtud, que resultaría evidente que en la ciudad
mejor gobernada y que posee hombres justos en absoluto…, los ciudadanos
inteligentes y virtuosos, no deben de llevar una vida de obrero ni mucho menos
de mercader (porque tal genero de vida carece de nobleza y es contrario
a la virtud), ni tampoco deben ser labradores los que han de ser ciudadanos (
porque tanto para que se origine la virtud como para las actividades políticas
es indispensable el ocio).¿Cuál será entonces la ocupación de los
ciudadanos? Además de labradores, la ciudad necesita guerreros y se entrenarán,
profesionalmente, jueces y sacerdote.
En su madurez serán
funcionarios y magistrados, impartirán justicia y se ocuparan del gobierno. En
su vejez serán sacerdotes, y se ocuparan del culto y los mejores filosofaran,
pero solamente en la ciencia contemplativa. Sentada la estructura social básica
de la ciudad ideal, Aristóteles enumera prolijamente una multitud de
detalles sobre su población, extensión, situación, edificios, terrenos, educación,
etc. La ciudad se establecerá cerca del mar, pero no en la costa misma. El
clima debe ser moderadamente cálido, la exposición al noreste, que es la más
sana, bien aireada, con vistas extensas, con agua abundante, que se almacenará
en grandes cisterna. En medio habrá una gran plaza, rodeada de los templos de
la ciudad y de las casas de los sacerdotes, a la que no podrán acceder
labradores, artesanos ni mercaderes o esclavos.
Cerca estará el ágora, con las casas de los magistrados y los gimnasios.
Más lejos, los depósitos de mercancías y las casas de los comerciante,
etcétera.
Las bodas se celebrarán
solamente en invierno, y un día de viento norte. La mujer se casara a los
dieciocho años, el hombre a los treinta y siete, quizás en recuerdo de sus
edades de Aristóteles y Pythias, su primera mujer, cuando se
casaron).Los subnormales serán eliminados. Si la población crece demasiado, se
regulara mediante el aborto. Aristóteles se extiende especialmente en la
educación de los jóvenes, como era tradicional en este tipo de obras. De todos
modos, la ciudad ideal de Aristóteles no es demasiado original ni
interesante, en mis formas de ver las cosas, más bien es una forma de
alago corregida de la de su maestro Platón. Y Aristóteles la describe
con un entusiasmo excesivo en su convencimiento. En mi humilde conocimiento
creo que lo suyo no era más que el análisis de la realidad, que el diseño de
utopías, que después de este primer ensayo abandono por completo.
Además la importancia de Aristóteles en la historia del
pensamiento político no radica en los pinitos utopistas de su juventud, sino en
su investigación empírica y desengañada de la realidad de la pólis. A lo largo
de su vida, la actitud de Aristóteles ha pasado del utopismo apriorista,
característico de Platón, a la fría observación de los hechos políticos, típica
de Thukydides. En el ocaso de su vida, que correspondía con el ocaso de
la institución de la pólis como unidad independiente, Aristóteles
lanza una mirada desapasionada sobre la variedad de los regímenes políticos,
sobre su turbulento desarrollo y sus frecuente crisis.
Queridos lectores si vale la pena que continúe así será.
En vos confió.
Peter Bustamante