Tuesday, October 2, 2012

¿ES ACONSEJABLE, LA MUERTE SIN DOLOR?




¿ES ACONSEJABLE,LA MUERTE SIN DOLOR"
Recientemente un regidor  en Inglaterra hizo una declaración pública en favor de la eutanasia, muerte sin dolor. Lo que impulsó su declaración  fue una visita a una institución  pública en donde los pacientes eran niños deformados e inválidos, sin esperanza. Una gran mayoría de ellos tenían dolencias congénitas, y nunca más podrían valerse por sí mismos, ni podrían hablar. En realidad, mostraban menos autoconsciencia que la mayoría de los animales inferiores. Es evidente que semejantes seres únicamente vegetan, pues son solamente masas animadas de materia, incapaces de siquiera evaluar la vida en términos de felicidad, amistad, esperanzas o aspiraciones. En la mayoría de tales casos la anormalidad comenzó en el nacimiento, no solo como un cuerpo retorcido o deformado, sino también con una deficiencia mental y una personalidad reprimida.

   La pregunta primaria y lógica en una materia de esta clase es: ¿qué se logra con la conservación de tales seres? ¿Pueden ellos traer felicidad a su familias, o traen solo años de angustia y carga económica? No sólo están incapacitados para contribuir de alguna pequeña manera al bienestar de la sociedad sino que se convierten de ese modo en una responsabilidad para la misma. Además, no son capaces de percibir sus alrededores y derivar satisfacción alguna de la fuerza de vida básica que fluye a través de ellos, pues son poco más que autómatas. Si la sociedad hiciera que mueran sin dolor, ¿no sería tal cosa—libre de sentimentalismo y dogma religioso—mejor para todos los involucrados?

  Señores yo, Peter Bustamante jamás estaría de acuerdo con semejantes acciones, el mero tema de la eutanasia es chocante para muchas personas que se apartan a menudo por completo de sus aspecto racionales, por estar influenciados casi por entero por sus propias emociones. La  eutanasia no es una teoría nueva, sino que, en realidad, es una práctica con fondo histórico. Para refrescarle la mente a este “regidor”, citemos un ejemplo entre otros: los antiguos macedonios  consideraban a los incurables como una carga para la sociedad y siéndoles a menudo inadecuado el alimento, el Estado ordenaba la muerte sin dolor para los dementes, imbéciles, y aún para los de edad avanzada. Se consideraba una injusticia esclavizar al elemento activo, productivo de la población, a aquellos que no podían por más tiempo compartir sus responsabilidades en la guerra y contribuir  a la economía del país. Esta actitud  era, desde luego, extrema, especialmente en los casos de edad avanzada que aun estaban en posesión de sus facultades mentales y sólo estaban incapacitados por enfermedades físicas.

  Los moralistas religiosos se oponen a la eutanasia basada en el principio de que no pertenece a la providencia del hombre quitar la vida bajo ninguna consideración humana y que el hacerlo es abrogarse a la omnipotencia y omnisciencia  de la Divinidad. Sin embargo, esos mismos moralistas no están de acuerdo por entero en la práctica. Ellos no han triunfado sobre la idea de prohibir la pena capital o sea quitar la vida por edicto legar de la sociedad. Aparentemente, son de opinión  que no es suficiente la justicia divina y que debe aplicarse la pena adicional de muerte. Del mismo modo, los religiosos dogmáticos  no han podido borrar  el estigma de la sociedad moderna, como es la destrucción en masa de la vida de la vida humana  mediante la guerra. Ambos actos, la pena capital y la guerra, son menos defendibles en principio que la eutanasia. También existen los ocultistas, metafísicos  y místicos que aborrecen la eutanasia bajo la premisa de que el hombre, al hacerlo así está interfiriendo la ley Cósmica. Dicen que el alma tiene permiso para habitar un cuerpo anormal al nacimiento, un cuerpo atrofiado que, tal vez, tenga una personalidad reprimida, con el propósito de expresarse de esa manera. El ser, dicen, tiene una lección que aprender por la experiencia objetiva.  Se sostiene además y se espera que los padres, quizás de modo karmico, soporten esta experiencia deprimente para compensar por pasada violación de algún precepto Cósmico. Estas personas declaran que ahorrar  a la víctima de estas circunstancias  una vida inútil, quizás también de sufrimiento, por medio de una muerte sin dolor, sería una violación de los propósitos Cósmicos fundamentales.

  Miremos por un momento, con mente abierta, los postulados hechos por estas personas para ver si están justificados por entero. Empezaremos tomando el ejemplo del niño incurable, cuyas deformidades mentales y físicas son congénitas. El niño, como en muchos casos, nunca adquiere esa autoconsciencia por medio de la que es capaz de distinguir por completo entre el ser y otras realidades.  Toda su actividad consiste en respuestas involuntarias y es incapaz de adquirir  ese estado de consciencia por medio del cual podría evaluar su ambiente y sus propios actos en términos  morales.  En otras palabras, no puede distinguir  entre lo que los hombre llaman  bien y mal. No es capaz de ejercitar juicio y prohibición, pues en ese estado, la personalidad del alma no puede evolucionar, no puede aprender lecciones, ni llegar a conocer aquellas impresiones más profunda que el hombre atribuye  a impulsos  mentales o del alma. Desde un punto puramente polémico, se puede sostener que la inteligencia  de vida, llamada alma, no es efectiva en donde no existe autoconsciencia. Para saber que existe esa expresión del alma, uno debe colocarla en relación comprensible con sus alrededores y comportamiento y ver su reacción.

  Después de todo, ¿cuál es esa condición a la que se refieren los místicos como la evolución del ser? ¿No es hacerse consciente  de las sutiles impresiones de la presencia  divina por medio de la mente subconsciente? El desarrollo consiste en una serie de ajustes y respuestas a estos impulsos psíquicos más finos. Los místicos abogan  por el despertar y obediencia a la voz de la consciencia, a los dictados del ser interno, o sea, a conocerse así mismo. Pero para esto se requiere el mecanismo de lo que se considera “CEREBRO” y un sistema nervioso funcionando  normalmente. No es suficiente poseer una luz dentro de nosotros, sino que debe de tenerse la facultad de percibir esa luz  y ser capaz, de ese modo, de usarla como guía. Y para terminal el verdadero místico debe de reconciliar los principios y leyes del misticismo con las leyes de los fenómenos físicos llamados “CIENCIA”.

Solamente les pido que sean más condescendientes, con todos aquellos que tienen las desgracias de pasar por estos inevitables laberintos, y traten de ser mejores cada día y mantengan la paz con su alma.

Peter Bustamante                             

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