“LOS TERRIBLES TIEMPO EN QUE
VIVIMOS”
En estos tiempos recibimos
lamentos de innumerables personas sobre los fracasos de nuestros tiempos. Ellos
ven en todas partes las manifestaciones de violencia, deshonestidad, anarquía,
lascivia y egoísmo desenfrenados. Al hablar de ello, al temerle y al huir de
ello, ellas añaden combustible al fuego que es esparcido por los medios de comunicación.
Ellos son los profetas proverbiales de la perdición, previendo el fin del mundo,
siempre listas a hacer que una cosa mala parezca peor. Esta minoría negativa está
compuesta de aquellos que son generalmente complacientes, o- puestos al cambio,
tratando de aferrarse a “los buenos viejos tiempos”, o temerosos de afrontar
los cambios de una sociedad dinámica. Ellos son básicamente inseguros, no lo
suficientemente seguros de ellos mismos para soportar la crítica o interrupción
de sus creencias y prácticas. Ellos no solamente temen la violencia y la rebelión,
sino también temen cualquier cambio en el estatus (quo).
Obscuro como podéis pintar el retrato de la sociedad de hoy en día, la
tendencia de nuestros tiempos no es la regresión, sino más bien una progresión
aparentemente positiva hacia nuevos estándares de conducta. La sociedad de hoy
en día está “digamos menos temerosa de dudar” de su pasado, sus tradiciones, sus
siempre honradas creencias. “Está menos temerosa” de la honestidad y la franqueza
en su interacción con ellos mismos. La sociedad está lentamente dejando caer el
engaño y la superstición que en el pasado creó una sociedad de clases donde el
rico gobernaba al pobre, el fuerte al débil y el informado al ignorante, a
menudo con una tiranía que pondría a un Nerón en vergüenza. Los padres que
gobernaban a sus hijos con temor y una autoridad indiscutible suprimían una
mente inquisitiva de manera tan devastadora como cualquier inquisidor del pasado. El magnate de una corporación que
manejaba a sus trabajadores con amenazas de desempleo, salarios bajos y largas
horas, era comparable a un antiguo negrero. Los educadores que pontificaban
como si todo lo supieran estaban tan alejados de sus estudiantes y el propósito
final de la educación como los más pomposos escolares de los tiempos medievales.
En los “buenos viejos tiempos” el hombre era más cruel con el hombre,
con los animales y hasta con la tierra y sus recursos. El hombre era cruel
porque era ignorante. La ignorancia engendra la superstición y el temor, y
cuando el hombre teme puede ser muy cruel. Él se lanza en contra de lo
desconocido, a eso que puede dañarle, y aquello que alguien le dice que podría dañarle.
Él es fácilmente conducido en la ignorancia, guiado por aquellos que usan sus
conocimientos para gobernar y ganar ventajas sobre los demás. A medida que la
sociedad se vuelve más educada, más conocedora acerca de su ambiente, se vuelve
menos temerosa y, por lo tanto, menos cruel. A medida que aprende más acerca de
cada quien y cada cosa, se encuentra en una base más igual con sus partes. Se vuelve
sofisticada, madura, capaz de comportarse en cualquier situación.
Los medios de comunicación, aunque a menudo criticados por enfatizar la
violencia, traen en realidad, la violencia en perspectiva. La revelan por lo que
es, donde todos pueden encararse a ella, verla por lo que es en realidad y
tratar con ella. La sociedad no está más tan inclinada a correr y esconderse cuando
una “rápida pistola” amenaza la paz y la armonía de un grupo. Grita su nombre
desde la cima de los techos. Grita en contra de las atrocidades de los hechos. Observen
bien este artículo no está lejano el día en que esta sociedad cansada tome por decisión,
despojar por completo los vestigios que están pasando con las mismas estampas
descolorida del pasado, y cuando un pueblo toma esa determinación, les aseguro
que no existe fuerza que lo haga retroceder
ni un milímetro, con la franqueza del día estarán aquellos que usarán esta
conducta iluminada.
Y traten de vivir en paz con
ustedes mismo.
Peter Bustamante