“EL SABIO Y EL
IGNORANTE”
Las alegrías de la comprensión son los tesoros de Dios.
Él señala a cada uno su parte en la medida que a Él le parece bien. ¿Te ha
dotado Él con sabiduría? ¿Te ha iluminado la mente con el conocimiento de la
verdad? Comunícala a los ignorantes para que los instruyas; comunícalo a los
sabios, para su propio mejoramiento. La verdadera sabiduría presume menos que
la locura. El sabio duda muchas veces y cambia sus ideas; el tonto es obstinado
y no duda; él conoce todas las cosas menos su propia ignorancia. La vanidad de
la mente vacía es una abominación; y la mucha conservación es la tontería de la
locura; sin embargo, una parte de la sabiduría es soportar con paciencia esas
impertinencias y tener piedad de esos absurdos. Sin embargo, no te hinches con
tu propia vanidad, ni te alardees de tener una comprensión superior; el
conocimiento humano más límpido no pasa de ser ceguera y locura.
El sabio conoce sus imperfecciones y es humilde; él trabaja en vano por obtener
su propia calificación; pero el necio mira en la corriente llana de su propia
mente y se complace con las piedrecillas que mira en el fondo; las recoge y las
muestra como si fueran perlas, y con el aplauso de sus semejantes goza y se
deleita. Se vanagloria de haber alcanzado cosas que no tienen valor alguno;
pero cuando es una vergüenza ser ignorante, entonces nada comprende.
Aun dentro de
los senderos de la sabiduría, él sólo persigue una locura; y la vergüenza y el desengaño
son la recompensa de su trabajo. Pero el sabio cultiva su mente con
conocimientos; su delicia esta en progreso de las artes, y la utilidad de sus
labores para con el público, lo corona con honores. Sin embargo, él tiene como
la más alta sabiduría el alcanzar la virtud, y la ciencia de la felicidad es el
estudio de su propia vida jamás lo olviden.
EL RICO Y EL POBRE
El hombre a quien Dios ha concedido riquezas y le ha
otorgado la bendición de una mente, para que la emplee correctamente, y estoy
hablando en las personas que aparentemente tengan al menos tres dedos de
frente, es un ser especialmente favorecido y altamente distinguido, él mira su
riqueza con placer porque le permite hacer como dije anteriormente el bien. Y
que entiendan que por lo regular de hacer lo contrario, casi siempre cuando se
olvidan del camino, se lo recuerdan en el punto que más le duela, y creo que
sería más inteligente recordar de proteger el pobre desvalido, no permitir que
el poderoso oprima al débil. Él rico con sentido del bien busca lo que sea
objeto de su compasión, averigua sus necesidades, las alivia con juicio y sin ostentación.
Ayuda él y recompensa el mérito; estimula la ingeniosidad y fomenta
liberalmente todo empeño útil. Lleva a cabo grandes obras; su país se enriquece
y el trabajador halla empleo; forja nuevos planes y las artes prosperan.
Por lo tanto yo
considero que aquello que es superfluo en su propia mesa pertenece al pobre de
su vecindad, y creo que la benevolencia de su mente no halla obstáculo en su
fortuna; por eso, se regocija con las riquezas y su alegría no tiene tacha
alguna. Vamos hablar la contraparte, es decir, la otra cara de la moneda.
Pero, hay de
aquel que amontona riquezas en abundancia y sólo se regocija en la posesión de
ella. Ése maltrata el rostro del pobre sin considerar el sudor de su frente.
Ése se entrega a la opresión sin sentimiento alguno; la ruina de su propio
hermano no lo perturba. Bebe él, como si fuera leche, las lágrimas en su oído.
Su corazón esta endurecido con el amor a la fortuna; ninguna pena, ningún dolor,
hacen impresión en él. Pero la maldición de la inequidad lo persigue; vive
dentro de un continuo temor; la ansiedad de su mente y los deseos rapaces de su
propia alma, se vengan en él, por las calamidades que conscientemente ha llevado
a los demás.
¡Oh, qué son las miserias de la pobreza, comparadas con
aquello que roe el corazón de ese hombre! Que el pobre se consuele, sí, que se regocije,
porque tiene demasiados motivos para hacerlo.
‘MAGISTRADOS Y SÚBDITOS’
¡Oh, Tú,
favorito del universo a quien los hijos de los hombres, tus iguales, han
convenido en elevar al poder supremo, y han colocado por encima de ellos como
su gobernante, considera los propósitos y la importancia de lo que te han
confiado, más que la dignidad y altura de tu puesto! Estas ataviado con la
purpura y sentado en un trono; la corona de la majestad ciñe tus cienes, el
cetro del poder está en tu mano, pero tales insignias no te fueron dadas por ti
mismo, sino por el bien de tu reino. La gloria de un rey es el bienestar de su
pueblo; su poder y dominio descansan en el corazón de sus súbditos. Y recuerden
que la paz y la seguridad son la bendición de las moradas de sus súbditos, y la
gloria y la fuerza circundan su trono para siempre.
Y para terminar creo que puedan entender las formas de
mi pensar.
En vos confió.
Peter Bustamante