Friday, June 15, 2012





" PREJUICIO  CONTRA  EL PODERÍO"

De cuando en cuando la pausa de un momento y el análisis profundo de nuestras flaquezas humanas pueden ahorrarnos mucho cinismo y aflicción mental. Nuestra reacción psicológica hacia la fuerza y el poder es de dos clases. La primera es el “temor reverencial” sentido ante la presencia de la grandeza física o mental y el poder de la influencia. Este temor  si no amenaza necesariamente nuestra propia seguridad, engendra nuestra admiración por su fuente de origen. Admiramos la personalidad agresiva, al hombre o mujer robusta y al genio. Nos gusta calentarnos a la luz de su eminencia, deseamos que esas cualidades se transfieran a nosotros como si fuera una substancia que pudiera absorberse. Es por esta razón que conocemos a los numerosos adoradores de celebridades esos que se estremecen en precedencia de los que consideran como grandes. Los niños hacen héroes de los atletas. Muchos hombres idolatran a destacados exploradores o figuras políticas. Multitud de mujeres, jóvenes y viejas, casi le dan formas de una deidad a actores  y actrices del cine.
 
  Si el poder o fuerza que percibimos en otro, y que asumimos que excede al nuestro, se manifiesta combativo, infunde miedo, siendo esto otra reacción psicológica hacia la grandeza. Un sentimiento de inferioridad es la consecuencia de la insuficiencia afectiva e imaginaria comparada con lo que se considera como modelo. Si alguno mira las cualidades de otro, tanto mental como físicamente, como la cúspide para ser alcanzada, al no sentirse igual a ellas se establece un sentimiento de inferioridad. La otra persona aparece como un obstáculo y rebaja el propio respeto y confianza. Hay la inclinación instintiva de defender el ego, de desquitarse, de ripostar al ofensor. Si la persona o cosa de que nos resentimos no puede quitarse físicamente, es con frecuencia envidiada, difamada o calumniada.

  El individuo que tiene este sentimiento de inferioridad desea reducir la diferencia o el poder que siente que es superior a él. Cree que si lo descalifica en sus observaciones y acción perderá, por lo tanto su eminencia o importancia hacia otros. Psicológicamente, la idea es que en la medida que el otro desciende en importancia, proporcionalmente nuestro ego o modo de ser se elevará.
En una forma cruda y primitiva esta idea se encuentra en las acciones no inhibidas de los animales. Donde dos animales caseros son rivales por la atención y afecto del amo, a menudo se pelean entre sí para expulsar al otro. Cada uno de ellos desea ser el único recipiente de su cariño y atención. Infortunadamente, esta envidia del poder y la influencia, se entiende cada vez más
hacia lo que es prospero y abundante. Hay personas quienes habitualmente sienten rencor hacia las grandes corporaciones y negocios poderosos en las esferas de su influencia.

  En sus observaciones asocian la conducta sin ética, la inmoralidad y la falta de compasión, con toda gran empresa sin importar la naturaleza del negocio. En sus argumentos presumen que un negocio o individuo no se haría rico o influyente en el extremo de no haber acudido al fraude y al abuso de todos los principios de la decencia. Es un hecho aceptado que el análisis de la historia de cualquier empresa grande y poderosa, revelará algunos hechos censurables; en efecto, en muchos casos algunas de sus transacciones pudieran calificarse fuera de ética y hasta fraudulentas. Sin embargo, cada gran negocio es una combinación de muchas personalidades agresiva. Algunos de sus componente tienen un carácter altamente evolucionado, son disciplinados en sus accione y otros no lo son.

  Vamos hacer un análisis muy particular mio. Presumamos que usted agrupara un número de grandes negocios, industrias e instituciones financieras en una nación considerándolos, acto seguido, no como fábricas o entidades, sino como “personas”. Entonces no hallaría entre ellos discrepancias de carácter o alguna desviación mayor de las normas correctas aceptadas de las que hallaría  en un grupo de gran número de personas reales en el mundo comercial  o en cualquier otra parte. Un centenal de personas seleccionadas sin discriminación desplegaría principios morales y éticos a fines al negocio. Mantengamos en mente constantemente que las empresas están compuestas de personas. La junta de directores de las corporaciones y los ejecutivos  de las grandes empresas no son, por entero, más corruptas y falsas en consideración que el que vende frutas en las esquinas. El poder es trabajo potencial que puede ser bueno o malo. El débil, el depravado, el egoísta, el endurecido animará cualquier poder que esté a su disposición con resultados que la sociedad condenará como perjudicial.

  No debe pasarse por alto que hoy las grandes corporaciones dependen en una gran extensión, de la venta de acciones para sus sostenimientos financieros. El hombre de la calle, el individuo promedio y millones de sus vecinos y conciudadanos poseen “grandes porciones”  de estas acciones. Ellos invierten por las mismas razones que mueven  a los organizadores y ejecutivos de las corporaciones.

El tema continua mañana.

Vivan en paz consigo mismo 

Peter Bustamante 

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