¿POR QUÉ ESTAMOS AQUÍ?
A los que dicen.
“Yo no creo en la doctrina de la reencarnación o inmortalidad”, yo les contestaría:
¿Sabe usted lo que esa doctrina verdaderamente significa? En mis veinte años de
ser Rosacruz he escrito sobre los temas espirituales y los principios Cósmicos,
me he encontrado con miles de personas que enfáticamente expresan su escepticismo
acerca de ciertas doctrinas, y sin embargo, han tenido que confesar que ni entendían
dichas doctrinas ni habían tratado de investigarlas jamás. Verdaderamente es difícil
aceptar una doctrina que no se entiende, especialmente cuando la opinión popular
la ha desfigurado. Esta tendencia popular a desfigurar lo que no entiende, no
es nada nuevo; ya en tiempo de Jesús, y muchas centurias antes de que Él
presentara sus nuevos principios, las razas humanas habían rechazado muchas
doctrinas que no entendían.
Para nadie es un honor rechazar un principio,
ley o afirmación que no entiende ni ha tratado comprender; pues semejante
actitud es señal de intolerancia, fanatismo o ignorancia. Si se ríe de ellos
para estar de acuerdo con la opinión popular o de la mayoría, puede encontrarse
que en el mañana tendrá que abandonar su risa al darse cuenta de que las nuevas
ideas o principios han sido popularmente demostrados y acepados. Después de
todo, ¿hay algo en la verdadera doctrina del renacimiento humano que una
persona estrictamente religiosa y ortodoxa o de una mente rígidamente científica
no puede aceptar? He de admitir, sin embargo, que algunas nociones populares
sobre la reencarnación resurtan tan absurdas y tergiversadas que ninguna mente lógica
podría admitirlas, y le parecería ridículo considerarlas. Pero cuando vemos que
las tres cuartas partes de las mentalidades más analíticas del mundo han
aceptado cierta doctrina o principio durante muchas edades, y cuando
encontramos que las personas más cultas y los intelectos más agudos en el mundo
de los negocios, la ciencia y la religión, han aprobado y le han dado crédito a
esa doctrina o principio, entonces debemos sentirnos inclinados a dedicarle
algunos minutos de consideración a dicha doctrina, para determinar si contiene
alguna esencia de veracidad o probabilidad. Solo de esta manera podremos hacer justicia
a la doctrina y a nosotros mismos.
La experiencia del último siglo nos demuestra
que la versión popular de alguna doctrina, principio o idea puede ser muy errónea.
También podemos encontrar muchos casos de personas cultas y editores de
enciclopedias que están mal informados acerca de ciertos principios, y por
medio de sus comentarios difunden algunos prejuicios. Muy cierto es que
nosotros, en el mundo Occidental, hemos podido darnos cuenta de que la crítica
popular no es siempre el mejor punto de referencia para juzgar nuestras
convicciones. Todo eso puede decirse muy especialmente con respecto al tema del
renacimiento humano. Cuando en las columnas de Preguntas y Respuestas
del periódico más grande de Norteamérica leemos que un clericó nacionalmente conocido
por dedicar gran parte de su tiempo a contestar preguntas religiosas, afirma
que su manera de comprender esta doctrina es que el hombre puede nacer otra vez
como gato o perro, o como animal inferior al hombre, nos damos cuenta de que a
causa de la ignorancia o la tergiversación deliberada, se le está haciendo una
gran injusticia a una importante y bellísima ley natural.
Y si un hombre de tanta cultura tiene una comprensión
tan deficiente de los principios de la reencarnación, no debemos
sorprendernos de que millones de
personas que no tienen la oportunidad de ilustrarse tengan también ideas
completamente erróneas acerca de ella. Tal vez el punto más importante que cada
investigador debe mantener presente en relación con este asunto es que la
doctrina o ley de la reencarnación no es un credo religioso, ni mucho menos una
doctrina o ley religiosa. Es una ley natural y tiene que ver mucho con la evolución
de la Naturaleza y con el cumplimiento de todos los principios naturales, sea
cual fuere la revelación de Dios o de su inteligencia suprema que hayamos
aprendido en la religión. En otras palabras las leyes de la rencarnación no
tienen más relación con la religión que las que pueden tener las leyes de la concepción,
del crecimiento del embrión y del nacimiento del cuerpo. Las Divinas leyes
de Dios, como leyes naturales, sin duda se manifiestan en este maravilloso proceso
de la reproducción de la raza humana,
pero a nadie se le ocurriría clarificar el estudio de la embriología como
creencia o doctrina religiosa. Haré una pequeña
analogía sobre la creación, que expondré en las siguientes narraciones cuando
se hiso la creación, las palabras fueron estas hagámoslo a imagen y semejantes
al creador, existe una trinidad y una de ellas dijo ¡no! Razones simples tendríamos
que darles el conocimiento y eso es imposible la segunda dijo, podríamos esconder
el conocimiento en un lugar remoto, ¡no! Porque podrían hacer una nave y llegar
a ellos, y Dios dijo solamente hay un lugar donde no lo encontrarían jamás, y
es este lo colocaremos dentro de ellos mismo, porque sé que siempre tratarían de
buscarlo fuera. Conclusión les detallaré todo lo concerniente de él porque
estamos aquí y las razones.
En vos confió.
Peter
Bustamante