Sunday, November 24, 2013

¿POR QUÉ ESTAMOS AQUÍ?




¿POR QUÉ ESTAMOS AQUÍ?
A los que dicen. “Yo no creo en la doctrina de la reencarnación o inmortalidad”, yo les contestaría: ¿Sabe usted lo que esa doctrina verdaderamente significa? En mis veinte años de ser Rosacruz he escrito sobre los temas espirituales y los principios Cósmicos, me he encontrado con miles de personas que enfáticamente expresan su escepticismo acerca de ciertas doctrinas, y sin embargo, han tenido que confesar que ni entendían dichas doctrinas ni habían tratado de investigarlas jamás. Verdaderamente es difícil aceptar una doctrina que no se entiende, especialmente cuando la opinión popular la ha desfigurado. Esta tendencia popular a desfigurar lo que no entiende, no es nada nuevo; ya en tiempo de Jesús, y muchas centurias antes de que Él presentara sus nuevos principios, las razas humanas habían rechazado muchas doctrinas que no entendían.

  Para nadie es un honor rechazar un principio, ley o afirmación que no entiende ni ha tratado comprender; pues semejante actitud es señal de intolerancia, fanatismo o ignorancia. Si se ríe de ellos para estar de acuerdo con la opinión popular o de la mayoría, puede encontrarse que en el mañana tendrá que abandonar su risa al darse cuenta de que las nuevas ideas o principios han sido popularmente demostrados y acepados. Después de todo, ¿hay algo en la verdadera doctrina del renacimiento humano que una persona estrictamente religiosa y ortodoxa o de una mente rígidamente científica no puede aceptar? He de admitir, sin embargo, que algunas nociones populares sobre la reencarnación resurtan tan absurdas y tergiversadas que ninguna mente lógica podría admitirlas, y le parecería ridículo considerarlas. Pero cuando vemos que las tres cuartas partes de las mentalidades más analíticas del mundo han aceptado cierta doctrina o principio durante muchas edades, y cuando encontramos que las personas más cultas y los intelectos más agudos en el mundo de los negocios, la ciencia y la religión, han aprobado y le han dado crédito a esa doctrina o principio, entonces debemos sentirnos inclinados a dedicarle algunos minutos de consideración a dicha doctrina, para determinar si contiene alguna esencia de veracidad o probabilidad. Solo de esta manera podremos hacer justicia a la doctrina y a nosotros mismos.

  La experiencia del último siglo nos demuestra que la versión popular de alguna doctrina, principio o idea puede ser muy errónea. También podemos encontrar muchos casos de personas cultas y editores de enciclopedias que están mal informados acerca de ciertos principios, y por medio de sus comentarios difunden algunos prejuicios. Muy cierto es que nosotros, en el mundo Occidental, hemos podido darnos cuenta de que la crítica popular no es siempre el mejor punto de referencia para juzgar nuestras convicciones. Todo eso puede decirse muy especialmente con respecto al tema del renacimiento humano. Cuando en las columnas de Preguntas y Respuestas del periódico más grande de Norteamérica leemos que un clericó nacionalmente conocido por dedicar gran parte de su tiempo a contestar preguntas religiosas, afirma que su manera de comprender esta doctrina es que el hombre puede nacer otra vez como gato o perro, o como animal inferior al hombre, nos damos cuenta de que a causa de la ignorancia o la tergiversación deliberada, se le está haciendo una gran injusticia a una importante y bellísima ley natural.

  Y si un hombre de tanta cultura tiene una comprensión tan deficiente de los principios de la reencarnación, no debemos sorprendernos  de que millones de personas que no tienen la oportunidad de ilustrarse tengan también ideas completamente erróneas acerca de ella. Tal vez el punto más importante que cada investigador debe mantener presente en relación con este asunto es que la doctrina o ley de la reencarnación no es un credo religioso, ni mucho menos una doctrina o ley religiosa. Es una ley natural y tiene que ver mucho con la evolución de la Naturaleza y con el cumplimiento de todos los principios naturales, sea cual fuere la revelación de Dios o de su inteligencia suprema que hayamos aprendido en la religión. En otras palabras las leyes de la rencarnación no tienen más relación con la religión que las que pueden tener las leyes de la concepción, del crecimiento del embrión y del nacimiento del cuerpo. Las Divinas leyes de Dios, como leyes naturales, sin duda se manifiestan en este maravilloso proceso  de la reproducción de la raza humana, pero a nadie se le ocurriría clarificar el estudio de la embriología como creencia o doctrina religiosa. Haré  una pequeña analogía sobre la creación, que expondré en las siguientes narraciones cuando se hiso la creación, las palabras fueron estas hagámoslo a imagen y semejantes al creador, existe una trinidad y una de ellas dijo ¡no! Razones simples tendríamos que darles el conocimiento y eso es imposible la segunda dijo, podríamos esconder el conocimiento en un lugar remoto, ¡no! Porque podrían hacer una nave y llegar a ellos, y Dios dijo solamente hay un lugar donde no lo encontrarían jamás, y es este lo colocaremos dentro de ellos mismo, porque sé que siempre tratarían de buscarlo fuera. Conclusión les detallaré todo lo concerniente de él porque estamos aquí y las razones.

En vos confió.


Peter Bustamante                              

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