"III' LAS CREENCIAS ANTIGUAS'
EL HECHO indiscutible que sirve de base a todos
nuestros estudios de la existencia humana es que el hombre está aquí en la
tierra y que su vida consiste en una serie de experiencia, de las cuales
frecuentemente se derivan dolor y gozo, tristeza y felicidad, intranquilidad y
satisfacción, antagonismo y amor, sufrimiento y paz. El segundo hecho
importante que se revela en la experiencia de la vida es que el hombre es dual
por lo menos en la manifestación de su existencia. Es un cuerpo físico, mortal,
con ideas, ideales, deseos, ambiciones y concepciones humanamente concebidas.
Es también un cuerpo emocional o espiritual con un yo o consciencia subjetiva,
que demanda el cumplimiento de sus deseos, inspiraciones, tendencias e
inclinaciones. Entre estos dos aspectos de la naturaleza humana hay una
constante lucha para obtener la supremacía y el dominio. De ahí que el hombre
haya dado en considerarse como algo más que un cuerpo meramente físico cual
masa material producida por una formula física, y ha llegado a considerarse
como algo más que un artefacto mecánico que funciona como un autómata.
Al mismo tiempo, los sufrimientos y
tribulaciones de la carne le hacen comprender que no es un ser espiritual
solamente. Al tratar de contestar la pregunta “¿Por qué estamos aquí?”, el hombre no puede menos que pensar que si
pudiera determinar lo que es, sabría también por qué es. Por consiguiente,
junto a la investigación humana del propósito de la existencia terrenal,
tenemos el deseo de conocer todo lo que se refiere al hombre mismo y a sus
relaciones con el universo. La teología siempre ha tratado de explicar lo que
el hombre es y por qué fue creado. La ciencia por su parte, comienza sus
explicaciones cuando el hombre es ya un ser viviente y pensante; no se ocupa de
los aspecto creativos que preceden a la continuación química, biológica y
mecánica de su ser. Este aspecto que precede al hombre antes de que se
manifieste como entidad, ha quedado siempre a cargo de la teología. Las
explicaciones teológicas han sido muy exclusivas y variadas, según los diversos
periodos que el hombre ha atravesado en el proceso de la civilización y a la
luz del conocimiento que las naciones siempre han poseído en todos los tiempos.
Puede encontrarse, sin embargo, un punto en
que todas las explicaciones teológicas
están de acuerdo respecto a la naturaleza del ser humano. En todos los tiempos
y en todas las razas, en todos los grados de cultura, la explicación inspirada
o lógicamente elaborada ha afirmado que el hombre es un cuerpo físico, con su
correspondiente consciencia física, en la cual reside un Alma o yo Divino,
o un segmento de la Consciencia Divina que constituye el yo
interior. La dualidad de la existencia humana es, por consiguiente, una idea
universalmente aceptada. La ciencia establece un desafío contra esa idea,
puesto que no puede aceptar como hecho ciertas o ninguna premisa que caiga más
allá de su propio campo. Pero en todas las religiones la idea de un hombre
interior o yo interno, es un punto fundamental defendido como algo más que mera
teoría o especulación. Si negáramos la existencia de una consciencia o Alma,
como entidad distinta he independiente del cuerpo físico, entonces todo el
asunto del nacimiento y renacimiento queda reducido a la consideración de las
acciones y reacciones químicas, con sus principios puramente físicos. Tal
actitud eliminaría la necesidad de considerar el tema de la reencarnación así
como el de la inmortalidad de alguna parte del hombre o la existencia de un
elemento Divino en el ser humano.
Pero como no estamos considerando la idea: Materialista
y Anti-divina del ser humano, dejaremos a un lado esa clase de
especulación, para adoptar la idea más universal que considera al hombre como
un cuerpo físico revistiendo un alma o forma de consciencia espiritual. Así
pues, mirando al hombre como ser dual, de cuerpo y Alma, no queda más
remedio que ir a la teología y a las doctrinas religiosas del pasado y del
presente a fin de encontrar alguna luz respecto a la parte inmaterial del
hombre. Algunos científicos nos dicen
que debemos consultarlos sobre las explicaciones que se refieren a la naturaleza química,
biológica, patológica y fisiológica de la existencia humana. Debemos igualmente
consultar la teología y la ontología al investigar la naturaleza espiritual del
hombre. Al estudiar al estudiar todos los temas hemos tenido que enfrentar
desde la antigüedad, cuando adorábamos al sol y a todos cuantos dioses nos han
puesto en el camino, ha valido la pena porque el que busca siempre encuentra,
al menos podemos enfrentarnos a científicos, y ver si tienen razón al limitar tan
estrechamente su campo de investigación. Debemos decir, por el momento, que
esta división no ha existido siempre. La teología no ha sido en todos los
tiempos un estudio independiente de la filosofía de las ciencias. Ni hubo
siempre un estudio separado, como lo que hoy en día llamamos las ciencias, ni
ha habido siempre una situación que ponga al hombre ante dos escuelas
enteramente opuestas, dedicadas a las dos parte de la dualidad humana. Y antes
de terminar este segmento quiero que se enteren que la tendencia de la ciencia
moderna ha sido dejar en manos de la teología los problemas concernientes a la
consciencia infinita o espiritual del hombre, y hemos de aceptar algunas de sus
explicaciones sobre la naturaleza humana y sus relaciones con el Universo,
sólo podemos presentar aquí un breve resumen, pues son demasiado diversas y
contradictorias para rendir beneficio alguno al considerarlas en todos sus
menores detalles.
Pero
si les hago entender que seguiré con la verdad pues la verdad nos hace libre.
Continuará
en el próximo tema.
En vos
confió.
Peter
Bustamante
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