“RECUERDOS DEL PASADO”
Unos de los argumentos que más frecuentemente se usan
para negar la posibilidad de la reencarnación,
es éste: Si hemos vivido alguna vez anteriormente y nuestra memoria retiene algún
conocimiento de existencias pasadas, ¿a qué se debe que no recordemos ningún evento
de nuestras vidas anteriores? El lector notará que esta pregunta, comoquiera
que se exprese, siempre incluye la afirmación positiva o la insinuación de que
nadie recuerda nada de sus encarnaciones anteriores. No es una pregunta sino
una afirmación que rechaza todo argumento, dado por sentado que nadie recuerda
nada del pasado.
Semejante
actitud es injusta por dos razones. En primer lugar, nadie tiene el derecho de
asumir que, porque él o ella no recuerden claramente una existencia anterior,
nadie más lo pueda recordar; y, en segundo lugar, no es justo asumir que la
mente a veces no nos revela verdaderos cuadros del pasado pero que no apreciamos
o comprendemos que tengan relación con el pasado. Para ilustrar este punto, referiré
una resiente y afortunada conversación. Un hombre de negocios con un punto de
vista religioso conservador y ortodoxo, que no tenía simpatía ninguna hacia la
doctrina de la reencarnación, me acuerdo que vino a ver con los planes de mi difunto
maestro para un viaje a Egipto y Palestina con un número de colaboradores de la
Universidad de San José California. Sus palabras fueron estas, que aunque no
estaba interesado en las investigaciones que mi difunto maestro pensaba
realizar en Egipto, de todos modos tenía un profundo deseo de ir a esas tierras
extranjeras, pero que no quería ir solo.
Ahora que
algunas personas de su localidad a quienes conocía bastante bien, iban con el
grupo que mi maestro, deseaba ir y disfrutar del viaje y los acompañantes. Mi
maestro sabiendo que él por cosas que había dicho, no estaba de acuerdo con
muchos de los pensamientos expresados por él, le pregunto de frente por qué quería
ir a Egipto y a Palestina en vez de ir a otra parte. Su primera respuesta fue ésta:
Porque siempre he sentido una extraña fascinación o una atracción peculiar
hacia una parte de Egipto o de la Tierra Santa”. El maestro trato de analizar su
contestación para determinar qué parte de Egipto o que cosa de Egipto y de
Tierra Santa eran responsable de la atracción que sentía. Sus contestaciones
siempre eran vagas e indefinidas, hasta que por fin expreso lo siguiente:
“Pues, desde mi
juventud, algunas fotografías que he visto de Egipto o Palestina me resultaban más
interesantes que las fotografías de otras parte del mundo. No quiero decir fotografías
de las calles más transitables del Cairo, sino de algunas villas de nativos en
las inmediaciones. Siempre me ha parecido que yo encontraría o descubriría algo
en esa localidad que sería de gran interés y beneficio personal para mí”. Después
de algunas investigaciones ulteriores, acabó por admitir que algunas escenas
que había visto de esas villas nativas donde la gente se vestía según su propia
tradición, parecían “un poco familiares” para él, y que este hecho lo había inducido
a leer muchos libros diferentes acerca de la historia y costumbres de Egipto y
de Tierra Santa. Y que, en algunas páginas, se describían incidentes de algunos
siglos anteriores, y le parecía sentirse familiarizado con las circunstancias,
o tener una íntima comprensión, que aumentaba su interés en esos países.
No pude menos
que reírme cuando admitió estas cosas de mala gana, pues inmediatamente me daba
cuenta de lo que estaba experimentando, y también me daba cuenta de que en ese
momento, de nada valía indicarle por qué ciertos incidentes de la historia relacionado
con ciertas localidades y personas y ciertas escenas y lugares con ellas
conectadas, le resultasen “un poco familiares”. Si en lugar de ser mi Maestro,
el que formula las preguntas hubiese sido yo, hubiese insistido lo suficiente
con mis preguntas, él hubiera admitido que algunas de esas escenas le
resultaban tan familiares como si la hubiera visto en un sueño. Comprendo que
esto hubiera despertado suspicacia de su parte, sin embargo, haciéndole pensar
de qué trataba de acorralarlo para que admitiese lo que él no quería admitir, así
que preferí que fuese mí Maestro quien formulara las preguntas.
Y para terminar
este tema. La experiencia de este hombre es típica de la mayoría. Creo que
durante mi vida de estudio y dando clase he interrogado a varias personas
acerca de sus recuerdos del pasado. No lo he llamado con ese nombre, pero he
hecho con franqueza estas preguntas: “¿Encuentra usted en sus momentos de meditación,
contemplación o añoranza, ciertas escenas de lugares, gentes edificios o casas,
que surgen en su mente como cuadros o escenas que ha conocido? Si se hace esa
pregunta antes de decir nada sobre el tema de la reencarnación, la mayoría de
las personas que uno encuentra en todos los planos de la vida, admitirán francamente
que ese es el caso, y que a veces lo han pensado y se han maravillado acerca de ello.
Solamente les digo que con solamente una vida en esta
Tierra, no aprenderemos jamás absolutamente nada.
En vos confió.
Peter Bustamante
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