Monday, May 6, 2013

“LA CAÍDA DEL HOMBRE”







“LA CAÍDA DEL HOMBRE”

Las leyendas de muchas razas, por todo el mundo, nos dicen de una Edad de Oro anterior en que los hombres eran más virtuosos y más felices que ahora. hace más de dos mil años, el filósofo místico griego, Platón, localizó el sitio de tal pasada gloria en la isla y país de Atlántida, que fue más tarde destruida por un cataclismo y sumergida bajo el mar. El mismo Platón contaba también de un mito de acuerdo con el cual las almas inmortales y originalmente divinas fueron aprisionadas en cuerpos de animales como castigo por la avaricia y la lujuria. Nuestras almas languidecidas deben despacio y dolorosamente ascender de nuevo a la liberación, a través de muchas encarnaciones.
 
  La Biblia judío- cristiana relata que el alba de la creación el hombre moró en el paraíso, en una dicha inocente, hasta que probó la fruta prohibida que le dio conocimiento del Bien y del Mal. ¿Podemos reconciliar estas historias de una Caída de la perfección inicial en culpa y corrupción con la creencia que la evolución tiene de una tendencia ascendente hacia una mejor adaptación, hacia un crecimiento de la consciencia, el poder mental y el entendimiento?

  Las leyendas de los antiguos imperios mental y materialmente poderosos pueden bien tener un fundamento real. Aun en tiempos históricos grandes centros de la civilización, como Egipto y Roma, decayeron y finalmente se desmoronaron bajo la embestida de las hordas bárbaras. Tales catástrofes no corren contrarias al concepto de la evolución. Como la entendemos, la evolución avanza a base de prueba y error, en muchos fretes a la vez. Cualquier desarrollo que no encaje en su ambiente condena al grupo ofensor al fracaso y la destrucción, a menos que pueda readaptarse a tiempo.

  Son tantos los mitos de la perfección original y del auto infligida caída que son cada día más difícil de entender. Tomado literalmente, el libro bíblico del génesis presenta un Dios cruel, vengativo, que castigó una simple transgresión de nuestros antepasados condenándolos no sólo a ellos sino a toda su generación hasta que Él fue finalmente reconciliado por el sacrificio de la sangre “redentora “de Su propio Hijo. Hacemos mejor justicia a ambos mitos platónico y bíblico interpretándolo simbólicamente. En el lenguaje del simbolismo, las dos historias se complementan más bien que contradecirse una con la otra. Ambas nos dicen que la naturaleza del Hombre es una mezcla de rasgos materiales y espirituales. Ambas están de acuerdo en que el despertar del conocimiento, material, intelectual, resulta el sentimiento de culpa y angustia en vez del poder que parece prometer.

  A fin de entender esta supuesta paradoja, miremos a la corriente de la evolución ambas desde arriba—como un impulso cósmico creativo, y desde abajo, como la sienten las criaturas en evolución. Después de un largo estado como esfera de gases ardientes y metales fundidos, nuestra Tierra se enfrió lo suficientemente para permitir la sucesiva formación de compuestos orgánicos, células vivientes y organismos vegetales y animales superiores. Cada criatura viviente estaba—y aun esta—dotada de un instinto innato de conservarse y propagarse. El mundo alrededor fue experimentado ya como alimento potencial o como un destructor y devorador. La pregunta de si la vida misma era buena o mala no podría surgir, porque el instinto de la auto conservación hiso de la vida el mejor de los bienes. Solamente el instinto sexual era más fuerte que la vida y la muerte misma, porque en el esquema de la evolución la conservación de la especie toma prioridad sobre aquella del individuo.

  Gradualmente, estos reflejos vitales evolucionaron hasta un estado que permitió cortos intervalos de consciencia y de acción útil. En la mente humana esta utilidad se volvió a veces lo suficientemente fuerte para superar gratificación inmediata de cada impulso instintivo, para planear para el futuro y para reflejar acerca de las relaciones de uno con la naturaleza a su alrededor. Por medio de tales meditaciones, el hombre se volvió conocedor de los tremendos poderes de la naturaleza. ¿Era su propia fortaleza comparada a aquella de las tormentas e inundaciones, a la del Sol que ilumina todo, y a los inmutables ciclos del reflujo y la marea, del día y de la noche, lunas y estaciones? Y para terminal nada cae en el olvido gran culpa de todas estas desgracias la han tenido los Teólogos con su ignorancia de comprender o ajustar ciertos eventos en conveniencias con sus propósitos. Los mitos de una caída del contentamiento animal en culpa humana puede que tenga un fondo cierto. Pero para los místicos esa caída no fue una maldición, sino una bendición; estimulo la raza humana hacia adelante al grande y glorioso ascenso de los instinto animales y por medio del autoconocimiento a la Consciencia Cósmica.

Espero que vivan en paz con sus semejantes, y ustedes mismos.

Peter Bustamante

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