Sunday, December 16, 2012

¿TIENE EL HOMBRE LIBRE ALBERDRÍO?




¿TIENE EL HOMBRE LIBRE ALBERDRÍO?

 Toda mi vida me he preguntado. ¿Tiene la humanidad libre albedrió? ¿Es el humano verdaderamente un agente libre en sus decisiones, de las que provienen sus actos conscientes? Con la noción de libertad existe la asociación implícita de independencia. Una cosa no es necesariamente libre si no tiene limitaciones o compulsiones externas; lo es pero aislada en sus relaciones con todo lo demás, como si fuera otra realidad. Ser libre, en el sentido comúnmente aceptado, indica considerablemente más que esa separación. Se refiere a la elección de relaciones. La entidad libre sería la que no es estática, sino más bien la que evita o busca enlace. Ciertamente, no nos referimos a un individuo náufrago en una isla desierta, aislado de toda sociedad, como si fuera gente libre, tan sólo porque fuera removido de las influencias del resto de la humanidad. Sería considerado libre, en el sentido usual de la palabra, si tuviese la iniciativa en sí mismo y la capacidad de elegir un camino de acción.

   La libertad debe estar identificada con la motivación interna. La entidad libre debe tener una realización, una clase de consciencia de su ser y un deseo de retener o de cambiar los estados de esa consciencia. La entidad libre es incitada a elegir caminos y medios para preservar un estado preferido de consciencia. Es aparente que la así llamada entidad libre o agente, es siempre impulsada por una preferencia; no puede escapar de una elección. Una cosa inanimada no puede ejercer la libertad; no tiene una consciencia con la cual pueda realizar una preferencia. Desafortunadamente el hombre abunda en esas preferencias, para las cuales mis palabras más adecuadas es “deseos”. Estos deseos, en cambio, son urgencias y apetitos que impulsan al cuerpo y a la mente a la acción. Sólo aquellos estímulos inherentes que excitan las sensaciones son realizados como deseos. Esas urgencias conscientes son necesarias orgánicamente, porque inducen, principalmente, hacia la actividad coordinada de todo el organismo mental y físico. La búsqueda vehemente por el sustento es prosaica, más, no obstante, un ejemplo efectivo de esa actividad. Con esto quiero decir que el hombre, o se somete a los deseos funcionales, como los apetitos imperantes, o deja de vivir; o en el mejor de los casos, sufre una existencia anormal. Ningún humano es libre de esas urgencias, como siendo independientes de ellas. Existen sin embargo, otras inclinaciones e impulsos que el hombre experimenta, los que directamente no tienen, cuando menos, su origen en la función  de esos órganos y sus apetitos. Son aquellos impulsos que dimanan de procesos mentales como los de la razón y la imaginación.

   Quiero que entiendan, que tengamos deseos mentales, distinguibles de los físicos. Ejemplo: Hemos elegido caminar, o sentarnos, a escribir, o leer, o perseguir una ambición o sacrificarnos  a un código moral. Podemos querer suprimir otros deseos, podemos desear permanecer despierto largas horas para ejecutar un trabajo, y al hacer esto, nos oponemos a la urgencia física de dormir. Estos deseos impulsores de la mente, sus conclusiones y juicios, que nos mueven a la “acción”, se llaman voluntad. En la mayoría de los seres humanos son los atributos más eficaces de todos los deseos juntos, porque son capaces de oponerse y superar con éxito las injusticias imperantes. Los hombres cuando despiertan del letargo impuesto, resisten dolores agudísimos y sacrifican toda comodidad, aun perdiendo sus vidas, con el objeto de satisfacer al dictado de la voluntad, algún deseo mental y en especial, algún ‘IDEAL’.

   Los deseos  y urgencias físicas son orgánicos y en parte, psicológicos. La incapacidad del cuerpo, cuando no está conforme con sus requerimientos, creará una condición anormal o bajo lo normal, y con ello se producirá un estado irritante o uno de angustia. De estas irritaciones provienen ciertas sensaciones que el ser orgánico asocia con factores externos que le alivian. Eventualmente, un patrón de olores, sonidos o sensaciones de tactos es realizado como una imagen de aquella cosa o condición necesaria para mitigar la angustia, el deseo. Cuando se tiene hambre, gradualmente se ha aprendido a formar un cuadro mental de comida, que ha llegado a asociarse con la satisfacción derivada de la remoción de ese deseo.

   ¿Es la manifestación de la voluntad, la selección de deseo que debe ser satisfecho, una evidencia del libre  albedrío del hombre? Si uno tiene el poder para escoger--A o B, ¿es por este hecho, realmente libre? No, si por libertad entendemos que nuestro ser debería estar independiente de alguna compulsión interna o externa. Somos continuamente criaturas de deseos físicos o mentales. Donde frecuentemente pasamos por una gama de ellos. Uno u otro está siempre dirigiendo el foco de nuestro poder hacia su satisfacción.

   Y antes de terminar quiero que estén bien enterados de algo que jamás puede entrar a estas fases son las personas; “SUICIDA” el único que no ejecuta la libre voluntad es el suicida. Los motivos son que las alternativas ya le han sido fijadas por la naturaleza. Puede dar cauce a sus ambiciones a sus aspiraciones intelectuales para que coincidan con la armonía de su ser, o puede escoger el no existir, simplemente eligiendo la muerte. Sin embargo tiene que escoger. Quizás en un artículo futuro hablaré de esto más profundamente porque aunque no lo crean  se puede reconocer la persona que es suicida.

Espero que algo bueno puedan aprender de este editorial.

Solamente les pido que traten de vivir en paz con ustedes mismo.

Peter Bustamante                         

1 comment:

  1. Muy interesate tu articulo... es logico pensar que nuestra naturaleza impulsa muchos de nuestros actos que pasan a ser actos reflejos, instintivos... no todo podemos controlarlo o hacer sin contar con la quimica de nuestros cuerpos.
    Un placer leerte siempre.
    Reme.

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