Wednesday, November 7, 2012

LA EDAD DE LA FRUSTACIÓN





LA EDAD DE LA FRUSTACIÓN

Sin entrar en una serie de frases técnicas, podemos definir frustración como un estado de mente que surge de un deseo  obstaculizado. Somos movidos a actuar por deseos instintivos, orgánicos y mentales. Tales motivos, como los apetitos y pasiones, son una experiencia corriente. Deseo mental es el impulso de la voluntad. No es orgánico como lo es el apetito. Más bien es consecuencia de la razón. Valorizamos una cosa o condición en término de su valor contributivo para con nosotros. Sabemos o nos imaginamos que ella nos dará satisfacción y de acuerdo con esto la deseamos. Cuando, por ejemplo, se cree que se necesita un auto nuevo y que éste traerá un nuevo placer, se está experimentando entonces un deseo mental.

   Existe una distinción notable entre deseos orgánicos y mentales. Se tiene un apetito y el deseo de satisfacerlo antes que se experimente imagen alguna que pueda cumplimentarlo. Sólo es por medio del hábito que venimos a asociar ciertos objetos o condiciones como aparentemente necesarias para satisfacer su apetito. Cuando miramos artículos alimenticios, que hemos disfrutado anteriormente con placer, por asociación, ellos pueden despertar nuestro apetito. Otras personas cuya dieta nunca incluyó esos artículos alimenticios, pueden encontrar que ellos no producen tal atracción. Los apetitos obligan al deseo a encontrar aquello que efectuará su satisfacción temporal. Los deseos mentales crean o hacen imaginar, a menudo un objeto o condición que añadirá un estímulo placentero al cuerpo o mente. Como ejemplo adicional, se puede soñar en una aventura que pueda substituir una vida relativamente poco interesante, que ni excita al cuerpo ni a la mente. Sin embargo, se puede llegar a aprender que su imagen fue solo una ilusión y que ella resulta en una circunstancia irritante más bien que en una satisfacción.

  La concentración continuada  sobre algún ideal, el cual se supone que es esencial para la felicidad, fortalece el deseo mental. Se puede hacer tan intensa e insistentemente para satisfacción, como un apetito natural. Hasta que se cumpla el deseo o hasta que se pueda descubrir que no es posible de realización, puede atormentar al individuo. Siempre que el individuo crea, o comprenda realmente, que está logrando el fin de sus deseos, puede vivir con algún  grado de tranquilidad. Cuando está igualmente consciente de la insistencia de su deseo, a pesar de los obstáculos, llega a conocer entonces, la angustias de la frustración. Eventualmente, llegamos a acondicionar nuestros deseos. Por alguna razón u otra los suprimimos voluntariamente, los reprimimos inconscientemente, o nos determinamos a presionarlos para su ejecución. Deseos orgánicos como los apetitos, no son suprimidos con éxitos. Ellos son esencialmente, para nuestro ser orgánico. No son producto de la mente, sino más bien una creación de la razón o imaginación. Tienen funciones necesarias y fundamentales; están relacionados con los órganos y sistemas de nuestra naturaleza que la interferencia con tales deseos puede tener una influencia perjudicial para la salud.

  A veces, nos sentimos dispuestos a sustituir estos deseos orgánicos. Se puede creer de buena fe
que se debe suprimir un deseo natural y remplazarlo con uno mental. El moralista intransigente, cree en su código de celibato, por ejemplo, y la satisfacción mental que saca de su abstinencia sexual, ha encontrado un sustituto satisfactorio. Semejante comportamiento a menudo solo resulta en conflictos. El deseo natural continua con agravantes no disminuidos. Para esforzarse a sumergir sus sensaciones, el deseo mental substituto debe ser realzado por el individuo. Esto frecuentemente da cuenta y razón al fanatismo religioso. En seguimiento de deseos mentales, en tales casos, se puede ir más allá de los límites de racionalidad al esforzarse para extraer  lo antinatural para substituir a satisfacción. El deseo reprimido es la obstrucción inconsciente, en cuyo lugar se está reteniendo la expresión y  ejecución del deseo sin saberlo. Como saben el psicólogo y el psiquiatra, se puede no estar siquiera consciente del deseo reprimido.

  Sus impulsos pueden no alcanzar nunca la frontera de la mente  consciente. El empuje del deseo, al impulso de su energía, estando obstruida en sus canales naturales, quizás temprano en su niñez, busca y encuentra otras salidas. Como consecuencia, estimula emociones que no están directamente relacionadas con ellas. Produce una cadena de ideas, perturbadora y pensamiento en la mente  consciente, las cuales la víctima de la frustración no asocia de ninguna manera con la causa. Para evitar la frustración excesiva y sus males consiguientes e necesarios un análisis inteligente de nuestros deseos. Pregúntense lo que está detrás de sus deseos. Si ellos son naturales, como los apetitos, entonces satisfáganlos dentro de los límites de la sociedad culta. Una sociedad culta es la que enseña, en sus escuelas y universidades y por todo medio de información, antes de cometer errores irreparables con adolecentes que se conocen en estos tiempos que vivimos.

Y no olviden de vivir en paz con ustedes mismos.

Peter Bustamante                                        


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