Tuesday, November 6, 2012

“CLARIFICANDO LA CONSCIENCIA”






“CLARIFICANDO LA CONSCIENCIA”

Con toda probabilidad, la mayoría de nuestros lectores cuestionarán acerca de la necesidad o conveniencia de clarificar la consciencia. Sin embargo, debe reconocerse que sí existen diferencias de opinión  con respecto a la naturaleza y propósito de la consciencia. Están aquellos que piensan que la consciencia es un producto o una función intelectual del hombre. Tal vez usted sea uno de ellos. El filósofo Thomas Hobbes escribió: “Como la consciencia del hombre y su juicio son una misma cosa, así como el juicio, también la consciencia puede estar equivocada”. Hitler dijo: “Yo estoy liberando al hombre de la quimera degradante conocida como consciencia”. A la mayoría de nosotros se nos ha enseñado desde la niñez que la consciencia es aquella misteriosa “pequeña voz queda”. Emmanuel Swedenborg dijo:” La consciencia es la presencia de Dios en el hombre.

  El diccionario define la consciencia como “la facultad por medio de la cual las distinciones son hechas entre la moral correcta y la equivocada, especialmente con respecto a la conducta de uno...” y “de conformidad de la conducta de la moral estándar prescripta”. Realmente, el verdadero significado se encuentra en la raíz latina que es conscire, que significa conocer internamente. En Hamlet, Shakespeare dice: “Así la consciencia hace cobarde de todos nosotros” Esta marca de consciencia está ciertamente “de conformidad con la conducta de la moral estándar  prescripta”. Estos estándares morales no son conocidos o reconocidos internamente. Más bien, ellos son reconocidos externamente y aceptados internamente.

  Muchos que niegan cualquier talento para el vendedor se han persuadido totalmente de manera intelectual para aceptar como buena y correcta alguna posición o cargo en sus vidas que, aunque contrario a sus instintos naturales, los capacita para permanecer en gracias con su religión, su gobierno o aun sus familias. Muy a menudo estas personas se sienten perdidas para comprender las manifestaciones psicosomáticas de picazones, úlceras y dolores de cabeza de las que ellas son las víctimas constantes. En algunas partes muy profundas dentro de ellas está la consciencia suprimida y subjetiva de que se han engañado a sí mismas. La verdadera consciencia puede ser amordazada pero no puede ser destruida. Puede parecer extraño hoy día, pero el tema de la consciencia ha sido muy frecuentemente una fuente de agitación en la religión y en el gobierno. Estamos más acostumbrados a pensar de la consciencia como estando más allá de la disputa. “La libertad de la Consciencia” fue la frase para describir el derecho natural para aceptar y apoyar cualquier filosofía religiosa y cualquier sistema de adoración religiosa que uno pudiera seleccionar de acuerdo con su propia consciencia.

  Al principio era el gobierno político bajo el cual uno vivía el que determinaba la creencia religiosa aceptable para uno y el método adecuado de adoración. Parece increíble hoy día que algún tiempo en la historia Gregorio XVI  declaró en una encíclica: “De la contaminada fuente del indiferentismo emana esa doctrina absurda y errónea o más bien disparatada…que proclama y defiende la libertad de consciencia para todos. De esto llega, en una palabra, la peor plaga de todas, es decir, libertad ilimitada de opinión y la libertad de expresión”. Por otra parte, afortunadamente, están aquellos que han enseñado y defendido el concepto que la consciencia verdadera es la única guía confiable para dirigir al hombre en la verdad, el amor y la paz. Fue la creencia de Albert Einstein que no deberíamos “jamás hacer nada en contra de la consciencia aunque el estado lo demande”. Voltaire escribió: “En medio de todas las dudas que hemos discutido por 4.000 años en 4.000 formas, el curso más seguro es no hacer nada en contra de la consciencia de uno. Con este secreto, podemos gozar de la vida y no temerle a la muerte”. Muchos creen con Henry Fielding, que la consciencia “…es la única cosa incorruptible a nuestro alrededor”. Y mi gran difunto maestro Ralph M Lewis, exponente principal de nuestra filosofía nos dejo un gran legado, el cual hago mención cuando nos dijo: Se nos ha dado un barómetro espiritual, que es el sentido moral que poseemos, o consciencia. Este barómetro nos informa cuando quiera que nuestros actos, o actos contemplados, son contrario a las leyes y principios Cósmicos”.

  ¿De donde viene esta idea de una guía infalible dentro de nosotros? La mayoría de las escuelas antiguas esotéricas de misterio enseñaron este concepto en sus filosofías. La impresión es que esta doctrina era vieja y venerada aun en esos antiguos días. En la más primitiva historia registrada de los egipcios, existe evidencia que el hombre reconocía, o le fue enseñado, que todos sus actos deberían engendrar amor  en aquello a su alrededor  en lugar de odio. No había énfasis entre “bien y mal” o “correcto o equivocado”. Aquello que incurría en odio en otros estaba equivocado, y aquello que engendraba amor entre los demás era correcto. Estas gentes primitivas concebían que el hombre albergara un duplicado invisible, intangible de si mismo, dentro de su cuerpo y que este duplicado fuera su guía y espíritu protector. Era su consciencia—ellos la llamaban Ka—y estaba siempre con él. Ka era incorruptible e infalible y guiaba al hombre solamente en amor y por lo tanto bondad. Desde entonces la mayoría de la filosofía clásica ha demostrado que en el hombre hay una inclinación inherente hacia la verdad, la bondad y la rectitud y esa inclinación es la consciencia.
  
  Y para terminar nuestra consciencia es la chispa de Dios dentro de todo ser, y esta el día cercano que habrá una lengua universal, una religión universal, un gobierno universal y ese maestro será la consciencia. La unidad del hombre será la personificación del amor. Pero antes de que ese día o sueño sea realizado ¡tenemos tantas lecciones de la vida que aprender! La manera más constructiva de comenzar es clarificando nuestra consciencia.

Y les digo que traten de vivir en paz con ustedes mismo.

Peter Bustamante    

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