'LA TRAGEDIA DE 'WILLIAM
SHAKESPEARE'
Nadie lo pondría en duda en nuestros días:
Shakespeare es, realmente, el autor de sus obras. Sin embargo, en el siglo XIX
surgió una pléyade de candidatos a la paternidad de las inmortales obras de este
genial dramaturgo. Durante su vida y poco tiempo después de su muerte, nadie se
hubiera atrevido a imaginar que William Shakespeare le hubiera prestado su
nombre a algún hombre notable más culto que él. Para que surgiera esa idea hubo
que esperar hasta el siglo XIX, cuando Delia Bacon, descendiente del filósofo
Francis Bacon (1561-1626), se dedicó a demostrar que su antepasado había
escrito las grandes tragedias shakesperianas.
Vendrían
después otras atribuciones póstumas, entre las cuales estaban la de Eduarda de
Ver, conde de Oxford; Roger Banners, conde de Rutland; William Stanley, conde
de Derby, y hasta el gran dramaturgo Cristopher Marlote (1564-1593), precursor
inmediato de Shakespeare. Sin embargo, se sabe que este último murió asesinado
durante una riña, la víspera del día en que, acusado de ateísmo, debía ser
arrestado. No obstante, se supuso que se trataba de una ingeniosa desaparición
disfrazada de asesinato; Marlowe habría continuado escribiendo con el seudónimo
de Shakespeare.
La mayoría
de los "antiestratfordianos"
como se les conoce-por el nombre de Estratfordon - Avon, lugar de nacimiento
del autor de Romeo y Julieta -, son ingleses. En Francia no hubo más que un
antiestratfordianos notorio: Abel Lefranc, gran especialista en literatura del
siglo XVI y profesor en el Collage de France, que murió en 1952 y atribuyó las
obras de Shakespeare al conde de Derby. ¿Yo, Peter Bustamante me pregunto? ¿Por
qué tantas suposiciones? Sin duda, los reducidos y escasos documentos de los
que disponemos les han dado rienda suelta a las suposiciones más extravagantes.
¿Con qué partimos? Con un registro parroquial que menciona el bautismo de
Shakespeare, en la iglesia de Stratford - en -Avon, el 26 de abril de 1564;
actas notariales referente a la compra de casas y bienes raíces; una citación
judicial para comparecer a causa de una riña; algunos fragmentos de un proceso
por un asunto pecuniario; un testamento de tres páginas con su firma autógrafa,
en el cual no se mencionan sus obras (aunque también es cierto que en esa época
la propiedad literaria no estaba protegida por la ley).
Pero hay
que situarse en aquel tiempo. Sin tener en cuenta a su joven amigo y rival Ben
Johnson, les digo a ustedes mis queridos lectores que hoy en día casi no se
sabe nada más respecto de los hombres de letras contemporáneos de Shakespeare,
y si todos esos vestigios parecen tan débiles es porque la obra del dramaturgo
adquirió ante los ojos de la posteridad una magnitud gigantesca. Yo, me
pregunto en estos casos, ¿qué pasó con sus obras? Si exceptuamos algunos poemas
que escribió en total cerca de 1,600 sonetos - Shakespeare prácticamente jamás
publicó nada mientras vivió, y no poseemos ningún manuscrito suyo. Yo, Peter
Bustamante no me es tan sorprendente si lo situamos en el mundo del teatro
isabelino.
Bajo el
reinado de Isabel I (1558 - 1603) el teatro inglés se alejó de los misterios
medievales, de vocación estrictamente religiosa, y empezó a profesionalizarse.
Pronto, no serían ya solamente los estudiantes de derecho o los coristas de la
capilla real los que hicieran las veces de comediantes. Por el contrario, se
empezó a actuar en los patios de las posadas, y después, a partir de 1576,
cuando se abrió el primer teatro público en Black friars,
en salas especialmente concebidas para las representaciones. El ascenso de
Shakespeare se produjo al mismo tiempo que el del teatro. Se le menciona por
primera vez en 1592, es triste para mí, aunque de una manera indirecta y
malintencionada, en el relato en prosa del poeta dramático Robert Green e "Cuatro ochavos de ingenio comprados con
un millón de arrepentimiento". Green e, que no lo nombra, menciona a aquel
" que se cree el único hombre capaz de sacudir los tablados". Lo
acusa de plagiar y de ser " el que hace alarde utilizando los méritos de
los demás".
Más allá de
la mala voluntad, el comentario dice mucho de las formas de trabajar de la
época: Los autores de teatro se plagiaban a menudo lo mismo que hoy en día y
trataban deliberadamente los mismos temas. Romeo y Julieta, que data de 1594 o
1595, está inspirada en un relato escrito en el siglo XV por Tascucio de
Salerno y ya adaptado al teatro por el español López de Vega Carpio. La intriga
de Hamlet (hacia 1601) tampoco es nueva; proviene de la Historia de los daneses,
escrita a principios del siglo XIII por Saxo Gramáticos y adaptada por primera
vez por Thomas Kyd. En cuanto a él
El rey Lear (1606), desciende en línea recta de Gorboduc,
tragedia en verso blanco representada en 1562 por Thomas Sac kville.
Así pues, existe
toda una cultura teatral, la de las tragedias’ -Las tragedias de sangre, que
florecieron entre 1560 y 1570-, a la cual Shakespeare se entregaba con todas
sus fuerzas, en función de las exigencias de la escena. Y es que el repertorio
teatral, que todavía no tenía sus clásicos, debía producir novedades sin cesar.
Un autor como Shakespeare se veía obligado a producir a toda prisa obras
importantes en cantidad y calidad. Yo Peter me pregunto? ¿Por qué Shakespeare
no publicó casi nada estando en vida? Aunque muy pronto fue apreciado, de lo
cual da testimonio el juicio de sus contemporáneo Francis Meres ("Si las
musas quisieran aprender inglés, tomarían el estilo diamantino del dulce
Shakespeare"), de todas maneras no era más que actor y autor de teatro; es
decir, que estaba muy lejos de la cima de la jerarquía de los hombres de
letras. Por otra parte, Robert Green e, en el relato en el que ataca al joven
Shakespeare, trataba de convencer a sus colegas dramaturgos, Marlote, Logue y
Pelee, de que no desperdiciaran su talento escribiendo teatro.
Y podría
pensarse que fue justamente Shakespeare quien, gracias al éxito de sus
tragedias, empezó a darle al género teatral sus títulos de nobleza. En 1619, o
sea, tres años después, de la muerte del dramaturgo, y después de algunos años
de un agradable y tranquilo retiro en Stratford-en -Avon, Thomas Palier publicó
10 dramas de Shakespeare a partir de las notas tomadas durante las
representaciones, o incluso escritas de memoria; es verosímil; que ese primer
trabajo - que debió de haber incluido un buen número de inexactitudes- fuera el
que incitara a sus dos amigos Hamings y Con Dell, socios como él de la compañía
de los Kings Men, a emprender la edición de las obras completas de Shakespeare
en 1623, el famoso infolio sin el cual jamás hubiéramos conocido ni Julio
César, ni Macbeth, ni la noche de los reyes,…y seguramente jamás a su autor.
Les doy las gracias a todos lo que lean esta obra.
Que tengan paz en sus corazones.
Atte. Peter Bustamante
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