Thursday, May 17, 2012





‘LA MÁS EVOCADORA DE LAS LEYENDAS’

La más evocadora de las leyendas, la del sitio y saqueo de Troya, inspiró durante siglos a arrojados aventureros la búsqueda de la devastada  ciudad, que se resistió a ser descubierta hasta que, en 1871, un negociante y arqueólogo alemán creyó haber encontrado los tesoros del rey Príamo. Asir la realidad que esconde el mito es la motivación de exploradores y arqueólogos. La leyenda de Troya---la ciudad sitiada durante las guerras troyanas--no fue la excepción, pero la ubicación precisa, e incluso su existencia misma, jamás fueron satisfactoriamente probadas hasta finales del siglo XIX.  El negociante alemán Heinrich Schliemann cultivó desde niño una gran pasión romántica por la historia de Troya, y decidió destinar su fortuna a localizar la ciudad perdida.
   Sabía de la existencia de un antiguo poblado llamado Troya porque se lo mencionaba en fuentes  históricas confiables, aunque no se lo registraba por su nombre desde el año 355 d.C.  Después de agotar la búsqueda de huellas troyanas en Turquía, se trasladó a un montículo hecho por la mano del hombre en las afueras del cercano pueblo de Hissarlik. Su decisión se basaba en la tradición local, de modo que, asistido por su joven esposa griega y un equipo de 100 lugareños, inició las excavaciones en 1871, que se prolongaron hasta su muerte, casi 20 años después (con la sola interrupción de sus exploraciones en el emplazamiento griego de Micenas). Yo, Peter Bustamante en mis formas de ver la historia no deja de ser un entusiasta, pero negligente arqueólogo aficionado, Schliemann destruyó involuntariamente con sus trabajos pruebas que habría hecho bien en clasificar detalladamente y exhumó objetos sin documentar su situación precisa.

   Desenterró, no obstante, antiguas fortificaciones y numerosas armas y utensilios. Convencido de haber descubierto Troya, afrontó el escepticismo de muchos historiadores, aunque entre sus partidarios se encontraba W.E Gladstone, primer ministro inglés y consumado clasicista. La  compleja historia y estructura de la ciudad empezó a emerger, con la ayuda de Wilhelm Dõrpfeld, hábil arqueólogo. Ambos exhumaron nueve etapas principales, cada una de ellas representante de una nueva Troya, erigida sobre una antecesora. Las numeraron, desde Troya I, la más antigua, hasta Troya IX, construida en tiempos de Roma. Arqueólogos posteriores han perfeccionado este sistema, identificando subsiguientes capas secundarias hasta sumar 46 niveles.  Contra lo supuesto por Schliemann, Troya VIIa, y no Troya II, es la que  se asocia con la ciudad de sus afanes.

   Esta capa fue destruida por el fuego, y el estado de los huesos humanos hallados en el lugar sugiere que sus ciudadanos fueron muertos con violencia  alrededor de 1250 a.C., fecha generalmente aceptada por los eruditos como la de la caída de la ciudad. La épica batalla entre griegos y troyanos se inició cuando interrogado acerca de cuál de tres diosas--Hera, Atenea y Afrodita---era la más bella, Paris, el más apuesto de los mortales, respondió que Afrodita.  La diosa lo había sobornado prometiéndole el amor de la mujer de sus deseos. Ésta era la hermosa Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta, uno de los Estados griegos más poderosos;  Paris pasó serias dificultades, mas con el auxilio de la diosa obtuvo su recompensa y huyó a Troya. La elección de esta ciudad, situada a 480 km sobre la costa de la entonces llamada Asia Menor, como refugio no fue casual pues, aunque educado como pastor, Paris era príncipe, hijo de Príamo, rey de aquella desdichada ciudad.

   Menelao juró venganza y su potente flota alzó velas contra Troya. La amurallada ciudad estuvo sitiada durante 10 años, pero no se rindió. Incapaces de ganarla por la fuerza, los griegos tramaron la maniobra que hechizaría a Schliemann 3.000 años después: la construcción de un inmenso caballo de madera que alojaba guerreros ocultos en su interior. Lo abandonaron luego como regalo a las puertas de Troya--para tentar a sus enemigos a introducirlo en la ciudad--, abordaron sus naves y fingieron partir.

   Por la noche, los soldados griegos se deslizaron fuera del caballo y abrieron a su ejército, que había vuelto en la oscuridad, las puertas de Troya. La población masculina, Paris inclusive, fue sacrificada, y las mujeres esclavizadas. Helena, cuya belleza había comprometido a una flota de 1.000 navíos, se reunió con el victorioso Menelao.  La ciudad, hoy 15 km tierra adentro, fue reducida a cenizas, sobre las que se levantaron nuevas poblaciones. Finalmente, éstas también desaparecieron y jamás se habría sabido de ellas si Schliemann jamás hubiera soñado desde niño con disipar el polvo que la cubría.

Querido lectores esta es una de las más hermosas historias.

Vivan en paz con ustedes mismos

Peter Bustamante

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