" PREJUICIO CONTRA EL PODERÍO"
De cuando en cuando la pausa de un
momento y el análisis profundo de nuestras flaquezas humanas pueden ahorrarnos
mucho cinismo y aflicción mental. Nuestra reacción psicológica hacia la fuerza
y el poder es de dos clases. La primera es el “temor reverencial”
sentido ante la presencia de la grandeza física o mental y el poder de la
influencia. Este temor si no amenaza
necesariamente nuestra propia seguridad, engendra nuestra admiración por su
fuente de origen. Admiramos la personalidad agresiva, al hombre o mujer robusta
y al genio. Nos gusta calentarnos a la luz de su eminencia, deseamos que esas
cualidades se transfieran a nosotros como si fuera una substancia que pudiera absorberse.
Es por esta razón que conocemos a los numerosos adoradores de celebridades esos
que se estremecen en precedencia de los que consideran como grandes. Los niños
hacen héroes de los atletas. Muchos hombres idolatran a destacados exploradores
o figuras políticas. Multitud de mujeres, jóvenes y viejas, casi le dan formas
de una deidad a actores y actrices del
cine.
Si el poder o fuerza que percibimos en otro, y que asumimos que excede
al nuestro, se manifiesta combativo, infunde miedo, siendo esto otra reacción
psicológica hacia la grandeza. Un sentimiento de inferioridad es la
consecuencia de la insuficiencia afectiva e imaginaria comparada con lo que se
considera como modelo. Si alguno mira las cualidades de otro, tanto mental como
físicamente, como la cúspide para ser alcanzada, al no sentirse igual a ellas
se establece un sentimiento de inferioridad. La otra persona aparece como un
obstáculo y rebaja el propio respeto y confianza. Hay la inclinación instintiva
de defender el ego, de desquitarse, de ripostar al ofensor. Si la persona o
cosa de que nos resentimos no puede quitarse físicamente, es con frecuencia
envidiada, difamada o calumniada.
El individuo que tiene este sentimiento de inferioridad desea reducir la
diferencia o el poder que siente que es superior a él. Cree que si lo
descalifica en sus observaciones y acción perderá, por lo tanto su eminencia o
importancia hacia otros. Psicológicamente, la idea es que en la medida que el
otro desciende en importancia, proporcionalmente nuestro ego o modo de ser se
elevará.
En una forma cruda y primitiva esta idea
se encuentra en las acciones no inhibidas de los animales. Donde dos animales caseros
son rivales por la atención y afecto del amo, a menudo se pelean entre sí para
expulsar al otro. Cada uno de ellos desea ser el único recipiente de su cariño
y atención. Infortunadamente, esta envidia del poder y la influencia, se
entiende cada vez más
hacia lo que es prospero y abundante.
Hay personas quienes habitualmente sienten rencor hacia las grandes
corporaciones y negocios poderosos en las esferas de su influencia.
En sus observaciones asocian la conducta sin ética, la inmoralidad y la
falta de compasión, con toda gran empresa sin importar la naturaleza del
negocio. En sus argumentos presumen que un negocio o individuo no se haría rico
o influyente en el extremo de no haber acudido al fraude y al abuso de todos
los principios de la decencia. Es un hecho aceptado que el análisis de la
historia de cualquier empresa grande y poderosa, revelará algunos hechos
censurables; en efecto, en muchos casos algunas de sus transacciones pudieran
calificarse fuera de ética y hasta fraudulentas. Sin embargo, cada gran negocio
es una combinación de muchas personalidades agresiva. Algunos de sus componente
tienen un carácter altamente evolucionado, son disciplinados en sus accione y
otros no lo son.
Vamos hacer un análisis muy particular mio. Presumamos que usted
agrupara un número de grandes negocios, industrias e instituciones financieras
en una nación considerándolos, acto seguido, no como fábricas o entidades, sino
como “personas”. Entonces no hallaría entre ellos discrepancias de
carácter o alguna desviación mayor de las normas correctas aceptadas de las que
hallaría en un grupo de gran número de
personas reales en el mundo comercial o
en cualquier otra parte. Un centenal de personas seleccionadas sin
discriminación desplegaría principios morales y éticos a fines al negocio.
Mantengamos en mente constantemente que las empresas están compuestas de
personas. La junta de directores de las corporaciones y los ejecutivos de las grandes empresas no son, por entero,
más corruptas y falsas en consideración que el que vende frutas en las esquinas.
El poder es trabajo potencial que puede ser bueno o malo. El débil, el depravado,
el egoísta, el endurecido animará cualquier poder que esté a su disposición con
resultados que la sociedad condenará como perjudicial.
No
debe pasarse por alto que hoy las grandes corporaciones dependen en una gran extensión,
de la venta de acciones para sus sostenimientos financieros. El hombre de la
calle, el individuo promedio y millones de sus vecinos y conciudadanos poseen “grandes
porciones” de estas acciones.
Ellos invierten por las mismas razones que mueven a los organizadores y ejecutivos de las
corporaciones.
El tema continua mañana.
Vivan en paz consigo mismo
Peter Bustamante
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